Ha pasado el suficiente tiempo para poder reflexionar fríamente sobre la renuncia de Benedicto XVI. Cuando se produjo la inesperada noticia me vinieron a la mente muchos interrogantes. Pensé en silencio los posibles motivos que llevaron al Papa a presentar su renuncia. Pero pasado el suficiente tiempo para que todos estemos muy unidoa al papa Francisco, y tras escuchar la denuncia que hizo el P. Santiago Martín en una memorable homilía del tercer domingo de Cuaresma (http://www.magnificat.tv/es/node/3108/29), considero que ya se puede pensar en alto sobre el tema.
La Iglesia ha dado una prueba de madurez al digerir el cambio tan imprevisto, y ver en todo la mano de Dios, que escribe derecho con renglones torcidos. Indudablemente Dios tiene sus planes, y para estos nuevos tiempos nos tenía preparado un Papa como Francisco. Pero pienso que Dios es tan Padre que todo lo resuelve, hasta lo más incomprensible, con una sonrisa.
Indiscutiblemente el Papa Francisco era el que necesitábamos para estos tiempos, y le seguimos como buen pastor. Pero esto nos nos priva de hacer una reflexión sobre la sorprendente renuncia de Benedicto XVI. ¿Se marchó por razones de salud, o por otros motivos añadidos?
Indudablemente que los años dejan huella. El Papa Benedicto estaba realmente cansado del duro esfuerzo por mantener a la Iglesia a flote en la Verdad. Sus pasos eran lentos y su voz cada vez más apagada. Achaques de vejez. Pero hay circunstancias que dejan mas huella en el alma que en el cuerpo.
Benedicto XVI ha sido el teólogo más brillante de los últimos tiempos. El maestro, el catequista, el liturgo, el custodio de la fe. Ha expuesto la doctrina cristiana con la belleza de quien disfruta saboreando la Palabra de Dios. Con su actitud humilde, y su timidez controlada, ha dialogado con el saber de los siglos XX-XXI. Nos ha dejado una obra teológica equiparable a la de Tomás de Aquino. Ha luchado por limpiar de malezas el campo de la Iglesia. Nos ha enseñado a obedecer más que a mandar. Ha derribado muchos muros ideológicos. Pero no ha podido superar la maquinación de los que no están dispuestos a claudicar, a reconocer el error, ha rectificar la senda del relativismo y la tibieza espiritual.
A Benedicto XVI le ha vencido la falta de lealtad y la traición de sus más allegados. Le ha dolido fuertemente el problema de algún sector del clero, la obstinación de los tradicionalistas a ultranza, el exceso de burocracia y "carrierismo", la venta judaica por unas monedas por parte de personas de su entorno más íntimo... Sin duda el Papa-teólogo molestaba a ciertos sectores de dentro y de fuera, y fue víctima de un vacío afectivo que terminó minando su espíritu. Y él, con toda humildad y fortaleza, mirando siempre el bien de la Iglesia se quitó de en medio cuando nadie lo esperaba. Y él mismo se ha recluido en el silencio de su oración y su estudio.
Ha dado paso al Papa Francisco, que va a intentar limpiar a fondo los rincones de la Iglesia. No creamos que es un hombre de gestos blandos. Es un Papa amable, humilde, enamorado de la sencillez, pero de una profunda formación doctrinal. Ahí están los escritos que van apareciendo día a día. Es un luchador nato que, con la calma y La Paz seráfica, va a continuar la siembra de la Verdad que, durante muchos años, ha cuidado su antecesor. Esperemos que le dejen desarrollar su programa, que no es ni más ni menos que el Evangelio limpio. Tendrá en contra los enemigos de siempre, pero, citando el a Martin Fierro, le oímos decir en uno de sus memorables discursos en su patria querida:
que esto llegue a mejorar
pero se ha de recordar
que para hacer bien el trabajo
que el fuego pa calentar
debe ir siempre por abajo
Rezamos por Benedicto XVI, por el Papa Francisco y, en definitiva, por toda la Iglesia en esta fiesta de la Divina Misericordia.
Juan García Inza
Juan.garciainza@gmail.com