LA BASE DE TODO
El perdón cae como lluvia suave desde el cielo a la tierra.
Es dos veces bendito;
bendice al que lo da y al que lo recibe.
-William Shakespeare-
Santo Tomás Moro se encontraba en una ocasión en el jardín de su residencia londinense rodeado de amigos. Como uno de ellos lo viera escribir en el suelo una serie de nombres, le preguntó:
—Señor, ¿qué hacéis?
—Escribo en la tierra, repuso Tomás, los nombres de quienes me han criticado, ofendido y perseguido a lo largo de mi vida.
Su interlocutor le sugirió que debería escribirlos en un soporte más consistente para no olvidar a esas personas.
—La mayoría de los hombres escriben en la arena los beneficios y favores recibidos y el nombre de quien les hizo merced, mientras que graban en mármol las ofensas y el nombre de quienes las causaron. Hacen mal. Conviene recordar siempre el favor, y olvidar cuanto antes la ofensa, pues la gratitud y el perdón son la base de todo.
La memoria suele jugarnos malas pasadas haciéndonos olvidar lo que quisiéramos recordar, y recordando lo que desearíamos olvidar. Hay cosas que se nos escapan, pero algo podemos hacer, si no fomentamos el recuerdo de lo que deseamos olvidar, y cultivamos la memoria de lo que queremos recordar.
Dar vueltas a las ofensas que nos han hecho, o que creemos que nos han hecho, hace imposible el olvido y la reconciliación. Y no es cristiano ni rentable ni cívico revivir lo que nos hace sufrir: perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos…
Perdonar y, cuando nos perdonan, ser agradecidos. Ser agradecido predispone a ser generoso. Y, en este sentido, cuanto más damos, más recibimos. Es una de esas contradicciones que tienen los valores espirituales. Uno no se hace rico guardando y recogiendo, sino dando y dándose.
La gratitud en silencio no sirve a nadie fuera timideces. Sigamos el consejo de Will Rogers: «Demos gracias a los hombres y a las mujeres que nos hacen felices, ellos son los encantadores jardineros que hacen florecer a nuestros espíritus».
La gente amable, la gente agradecida, la gente atenta es bienvenida y admirada en cualquier ambiente, porque todo acto de agradecimiento genera un caudal de energía positiva que ilumina y magnetiza el entorno donde se realiza, y a las personas que toca.
Para terminar, propongo ir con los brazos abiertos y cerrados. El perdón abre los brazos magnánimamente a todos los que nos rodean, y la gratitud los cierra acogiendo cariñosamente a los que se nos acercan.
No lo dudes, amigo, el perdón y la gratitud son una de las bases de todo progreso cívico y espiritual.