Si yo afirmo, que nosotros de hecho...,  ya vivimos en la eternidad, habrá sin duda alguna, alguien que no me crea. Pero es una realidad, esto es así. Somos cuerpo y alma y el dominio que tiene nuestro cuerpo sobre nuestra alma, nos hace creer que solo existe lo que vemos con los ojos de nuestra cara, lo que nos es visible, pero existe un mundo invisible a los ojos de nuestra cara, no a los de nuestra alma, porque aquellos que se han preocupado de alimentar y desarrollar su alma, lo ojos de ella tiene una mayor agudeza visual y ven lo que otros no ven. Y este mundo, mucho más importante que el material, que ven los ojos de nuestra cara, es el orden espiritual, al cual pertenece nuestra alma. Y lo material, no lo olvidemos nunca está muy por debajo de los espiritual.

        Nuestros primeros padres cuando aún no habían ofendido a Dios quebrantando su voluntad, vivan en el Paraíso, gozando de los llamados dones preternaturales. Ellos eran iguales que nosotros personas con alma espiritual y cuerpo material, pero así como nosotros solo disponemos de dones naturales, es decir los propios e nuestra humana naturaleza, ellos además de estos dones naturales que todos tenemos, disponían de los llamados dones preternaturales, que son aquellos que no pertenecen por derecho a la naturaleza humana, y sin embargo, no está enteramente fuera de la capacidad de la naturaleza humana el poder recibirlos y poseerlos, cuando Dios dispone dárselos. Pero esta situación de privilegio les desapareció cuando pecaron y fueron expulsados del Paraíso.

        Cuando Adán y Eva, vivían en la amistad de Dios, gozaban de estos bienes llamados dones preternaturales, los cuales están a medio camino entre los dones sobrenaturales y los dones naturales, que son los dones propios de nuestra naturaleza. Para algunos teólogos, los dones preternaturales, son perfecciones de la naturaleza para protegerle al hombre del daño o de la destrucción. Según la teoría escolástica la gracia de vida divina que habían recibido Adán y Eva, era acompañada de unos dones que les permitían dominar los límites y las imperfecciones naturales de la condición biológica propia de los seres vivos. Estos dones eran llamados “preternaturales” porque aun siendo indebidos a nuestra naturaleza creada, no excedían, no obstante, de los límites de su perfectibilidad natural.

         Los principales de estos dones eran; la inmortalidad corporal y la inmunidad ante el sufrimiento y la integridad espiritual dada la falta de la concupiscencia, que nosotros ahora padecemos. Esto es, tal vez, la que más añoramos, pues significaba que la naturaleza del hombre, estaba ordenada debidamente. El cuerpo se encontraba sujeto al alma, las potencias inferiores de la misma a las superiores, los hábitos naturales en completa armonía con los sobrenaturales y el hombre en su totalidad unido a Dios. Los dones preternaturales les permitía que su alma dominase su cuerpo y este era dirigido por su alma, el cuerpo nunca enfermaba y sus funciones orgánicas, por ejemplo la digestión la realizaba el cuerpo cuando su alma lo ordenaba.

         El alma como elemento perteneciente a un orden superior era quien regia. Pero con el llamado pecado original la situación cambió y es ahora nuestro cuerpo quien ordena y manda y siempre está en lucha con nuestra alma, es la llamada lucha ascética, que tiene distintas connotaciones entre nosotros, pues las hay personas completamente entregados  a las apetencias de sus cuerpos y otras luchando continuamente contra esas apetencias y fortaleciendo el poder de sus almas, a las cuales se le van abriendo poco a poco sus ojos, pues las almas también tienen sus sentidos para captar mejor que el cuerpo, todo lo que se refiere al orden espiritual.

        Decía al principio de esta glosa, que nosotros sin habernos muerto, ya vivimos en la eternidad. Es típico manifestar y creer que entramos en la eternidad cuando nos morimos, cuando resulta que por un lado, nuestro cuerpo mortal y material se queda en este mundo y jamás va a entrar en la eternidad. Se trata de un cuerpo que le sirvió a nuestra alma mientras estaba en este mundo. Hay a quienes les hizo un gran servicio positivo, y también los hay a quienes les hizo un tremendo servicio negativo. La diferencia estriba en quienes su pusieron de parte de su alma y lograron dominar la materia de su cuerpo y quienes por el contrario anularon la labro de su alma y se entregaron abiertamente a darle satisfacción a los deseos concupiscentes de su cuerpo mortal, pero es de ver que escrito lo anterior, nunca debemos de repudiar nuestro cuerpo mortal, el és un instrumento que amorosamente nos ha dado Dios, para que luchando contra él, ganemos méritos en esa lucha que solo acabará cuando nuestro cuerpo se desmorone, y tengamos una mayor y eterna gloria en el cielo.

          Y con referencia a nuestro futuro cuerpo glorioso, no se puede pensar que todavía Dios no nos lo ha creado, porque Dios vive en la eternidad y ello ese maravilloso cuerpo de carácter netamente espritual, ya lo ha creado, él nos estará esperando y de él solo disfrutarán los que se salven no los que se hayan condenado voluntariamente, por no aceptar el amor que el Señor continuamente nos está ofreciendo. En todo caso nuestro futuro cuerpo glorioso, si logramos alcanzarlo, ni ha vivido ni nunca vivirá fuera de la eternidad. Solo es nuestra alma inmortal la que desde su creación por Dios, ha estado viviendo, y actualmente vive y seguirá eternamente viviendo, valga la redundancia..., en la eternidad. Y por lo tanto para bien o para mal nuestro, nuestra eternidad comenzó el día en que Dios creo nuestra alma insuflándola en nuestro cuerpo.

         Tengamos las ideas claras: La materia nunca es simple ella siempre está compuesta por las  partes que la integran, algunas de las cuales nuestros ojos es incapaz de apreciar, átomos, moléculas...etc. cuando se descompone fenece, por ello todo lo perteneciente al orden material con el tiempo termina por fenecer, desde nuestros insignificantes cuerpos, hasta los grandes astros y planetas, que según aseguran los astrónomos, terminan convertidos en agujeros negros. Es por ello  que la materia no vive en la eternidad sino en el tiempo, sea este de simples años de 363 días, o de millones de millones de años. La materia para fenecer necesita el transcurso del tiempo. Pero cuando el tiempo no existe ni transcurre, es que estamos en la eternidad, la cual  es lo propio del orden espiritual, cuya esencia es la simplicidad y lo simple no se descompone, y al no descomponerse nunca fenece por ello es inmortal. 

          Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

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