La teología del siglo XIX y la de la primera mitad del XX, muy afectada de voluntarismo y de racionalismo, situaba la Pasión de Cristo, el hecho de la Redención, en el pasado. Y desde ese pasado irradiaba sus frutos hacia el presente y el futuro. Hay dos conceptos que avalan esta tesis: eso de "ganarse o merecer el Cielo" y la preferencia de los textos eclesiásticos por el pasado. Los ejemplos son innumerables. Veamos algunos:
-"Nació... Padeció... Fue sepultado... Resucitó... Por tu Santa Cruz redimiste al mundo..."
-"El Verbo se hizo carne... Y habitó entre nosotros".
Una querencia injustificada y desesperanzada por lo pretérito que no hallamos en el "Padrenuestro" ni en las palabras de la Consagración. Ni siquiera en el Ave María.
Don Giussani intuyó algo y cambió, para los suyos, el "habitó" por "habita entre nosotros". Lo cual es puro sentido común teológico: Cristo, el Verbo, habita realmente en los Sagrarios de este planeta. Y en el alma en Gracia de los cristianos.
Si alguna alegría verdadera puede traer la Navidad es que Jesús nace en Belén. Alegría asombrosa porque está a la vez en el tiempo y fuera de él. Jesús nace, muere y resucita en presente, en el hoy de nuestra petición diaria. Desde la luz de la Resurrección, que es también la salida del tiempo de Cristo y su vuelta al Padre fuera del tiempo, se ilumina el hecho histórico del sepulcro vacío (pasado), el hecho de nuestra fe en la Resurrección (presente) y el hecho de nuestra esperanza en el Cielo (futuro).
Dios está, mejor: es, fuera del tiempo
Sin embargo, el hombre no puede imaginar lo atemporal. Por eso tiende a poner los acontecimientos en una serie cronológica que llama Historia. Eso está bien para nuestra raquítica razón, nos ayuda.
Nos ayudaría aún más situar a Dios en el futuro. ¿Por qué? Porque Dios "ya ha vivido el pasado y vive el presente" pero "está" en el futuro: nuestra vida se dirige a Él; no hemos llegado: como mucho, "estamos llegando". Ecos del Apocalipsis: "Yo soy el que es, el que era y el que está viniendo (o llegando)". Con su expresión "Hacia el Padre", el padre Kentenich desarrolló una teología práctica que se ancla, precisamente, en el futuro a través del combate por lo que él llama, con vigor quijotesco, "el Ideal Personal".
En ese futuro divino hallaremos nuestro pasado: seres queridos, amores, amigos, obras nobles, etc. Incluso nuestro cuarto de juegos y nuestros libros.
Y en ese futuro divino también estará el infierno. ¿Herejía? No
Jesucristo no habla por hablar, y si afirma que de los pobres ES el Reino de los Cielos, cuando habla de condenación lo hace diciendo: "...Y allí SERÁ el llanto y el rechinar de dientes."
¿No han visto algunos santos el infierno? Sí, pero no se nos dice cuándo lo vieron ¿en el pasado, en el presente, en el futuro? Por las palabras del Evangelio, el infierno no es del pasado ni del presente, sino del futuro: el Lago de Fuego "después" de la Segunda Muerte. El Apocalipsis trata muy bien la trascendencia de Dios sobre el tiempo humano: las formas verbales se agolpan en presente, pasado y futuro como en círculos concéntricos que, paradoja genial, tienen Principio y Fin, Alfa y Omega.
Repitamos que en Dios no hay tiempo
Pero a mí me consuela pensar que la Pasión "sucede" en el futuro, porque así estoy seguro de que Cristo pagará por mis pecados y el buen Padre hará la vista gorda. Mientras viva, digamos que puedo pecar y que, alegría inmensa, seré salvado por Su Pasión.
Vuelvo al principio: la Iglesia, al priorizar el pasado, y, sobre todo, por la influencia del jansenismo, nos ofrecía un extra de gracia para perdonar los pecados; porque, nos decían, estos eran mucho peores dado que Cristo ya había muerto por nosotros. Mal enfoque. Cristo MUERE por nosotros ahora. ¿No es exactamente ESTO el Santísimo Sacrificio del Altar? Si hace presente la Pasión, la Pasión está siendo en cada Misa. Por eso tiene razón Giussani: Él habita entre nosotros. Y por eso no tienen razón quienes degradan la Sagrada Eucaristía hablando de "la fracción del pan".
Situar a Dios, a la humana manera, en el futuro tiene, además, la ventaja de explicar razonablemente eso del libre albedrío que niegan muchos protestantes. El hombre decide en el presente; Dios "lo ve" desde el futuro, y endereza la acción elegida, o la realizada en el pasado, hacia el Bien: la confesión sacramental es un ejemplo muy claro.
Por último, situar a Dios en el futuro nos brinda un enfoque esperanzador para iluminar el problema del mal en el mundo
El misterio de iniquidad tiene nombre y apellidos. Pero, sobre todo, tiene una actuación EN EL PASADO, es decir, irrevocable e inmutable. Esa negación del Ser por parte de satán hubiera podido resultar inocua para Adán y Eva porque YA ERAN como dioses; la mentira de la antigua serpiente FUE burda, pero suficiente para atravesar la inocencia del Paraíso. Al aceptar la sugerencia del diablo, el primer hombre y la primera mujer no eligen entre el Bien y el Mal, porque en el Paraíso no había mal alguno. Lo que hacen, como seres cuasi divinos -"a imagen de Dios los creó"-, es dar existencia al mal, tanto física como moral. Desde entonces "El universo gime con dolores de parto esperando la (futura) manifestación de los (nuevos) Hijos De Dios".
Desde entonces, el libre albedrío del hombre en la tierra y en la historia consiste en elegir el mal
Este es el auténtico determinismo que no comprenden o no aciertan a ver los protestantes. El hombre elige el mal: no hay obra humana limpia de amor propio y egoísmo, ni una sola. Elegir el Bien es divino: solo podemos elegir el bien, lo bello, lo verdadero por don divino inmerecido y gratuito. Todos los Santos repiten que son un saco de pecados abominables. Todos los Santos repiten que nada es posible para ellos y todo es posible para Dios. La obra buena es la Obra De Dios. La obra buena es inalcanzable para el hombre.
Reconocerlo así es abrir la puerta estrecha de la humildad, para poder participar del Ser en un futuro que, desde hace 2.000 años, se hace presente en nuestro hoy revocando nuestro pasado.
Coda: Si tengo la suerte de que me lea algún sabio teólogo, estaré muy agradecido por conocer su docta opinión. Gracias, muchas gracias.