Reconozco que me ha estremecido leer el artículo del periodista argentino Ceferino Reato. Para empezar, el título es de los que le dejan a uno helado: “Francisco permitiría comulgar a los divorciados”. El subtítulo tampoco es menos inquietante: “Especialistas del Vaticano coinciden en que ése sería el primer cambio significativo del nuevo Papa”. Para echarse a temblar… si Reato fuese realmente un profeta de nuestro tiempo, claro.
El periodista compatriota de Francisco ha sido enviado al Vaticano para recabar datos que le han servido para componer su polémica crónica publicada en el diario Perfil del que él mismo es editor-jefe. Reato –y perdón por el pareado-, no es novato en su profesión: además de licenciado en Ciencias Políticas, es editor de la revista Fortuna y antes fue redactor del diario Clarín, corresponsal de la agencia internacional de noticias Ansa en Sao Paulo (Brasil) y consejero de Prensa en la embajada de Argentina ante el Vaticano.
Por desgracia, lo que osa vaticinar Reato utilizando el condicional futurible, cierto, y citando sus propias fuentes no es nuevo en la Iglesia católica: como muchos recordarán, en la archidiócesis alemana de Friburgo, por ejemplo, un colectivo de 140 sacerdotes firmaron en junio de 2012 un memorándum admitiendo públicamente que administraban la comunión a los divorciados que convivían maritalmente con otras personas que no eran sus cónyuges ante Dios. “En nuestras parroquias, los divorciados vueltos a casar reciben la absolución en el sacramento de la confesión y el resto de ritos con nuestro permiso expreso”, proclamaron, desafiantes. Y alegaron que lo hacían “guiados por la misericordia”.
Ahora, Reato cita en su artículo, entre otros, al periodista italiano Massimo Franco, del diario Corriere della Sera y autor del libro La crisis del imperio vaticano, según el cual las supuestas reformas ya tienen fecha: “Después de Pascua, Francisco tomará decisiones radicales porque ése es el mandato que recibió en el cónclave”, asegura Franco, quien pronostica además “una gran apertura social y hacia el resto de los cristianos”, así como “una adecuación de la doctrina a las nuevas realidades dentro de la propia Iglesia”.
Del extenso artículo de Reato extraigo ahora lo esencial sobre el tema que nos preocupa:
“Una de las reformas que parecen cantadas es que Francisco alentará el retorno pleno a la Iglesia de los católicos divorciados y vueltos a casar, y también de sus cónyuges, que aunque hayan sido solteros, ahora tampoco pueden confesarse ni comulgar. La prohibición suena tan absurda, que en la Argentina muchos sacerdotes en la práctica hacen la vista gorda y los confiesan y les dan comunión sin ningún problema. Si es cierto que Bergoglio, como buen jesuita, no da puntada sin hilo, piensa en este cambio cuando en su primer Angelus citó el último libro, Misericordia, del prestigioso cardenal Walter Kasper, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos”.
“Es que –añade Ceferino Reato-, como recuerda Politi [periodista de Il Fato Quotidiano y coautor de una biografía de Juan Pablo II titulada Su Santidad], Kasper, junto con otros cardenales y obispos alemanes, intentó varias veces convencer a Benedicto XVI que levantase las trabas disciplinarias a los divorciados vueltos a casar. No tuvo éxito. En su primer Angelus, Francisco sostuvo que Dios “nunca se cansa de perdonar” y que, precisamente, esa misericordia, “esa capacidad de perdonar”, es lo que distingue al Dios del catolicismo. En su libro, Kasper afirma que la misericordia no es solamente “un concepto fundamental del Evangelio, sino más bien “la clave de la vida cristiana”.
"Es un problema de muy fácil resolución, porque se trata de que la Iglesia perdone a miembros de su propia grey que primero se equivocaron y luego restauraron su vida en familia. El Papa puede cambiar directamente la disciplina, es decir las normas que hoy prohíben dar la comunión a los divorciados, u optar por una solución más suave, como emitir señales claras a todos los sacerdotes y obispos para que generalicen lo que ya se da de hecho, en la práctica, en muchas diócesis, que es aceptarlos en igualdad de condiciones con los otros católicos”, confía a Perfil un abogado canónico italiano que asesora al tribunal de justicia vaticana, a la Rota Romana. “Lo mejor sería, claro, cambiar directamente la disciplina; es un poco más costoso porque, como siempre, habrá gente que se opondrá, pero veo a Francisco como una persona cuya valentía excede largamente este tema”, agrega.
“Además –concluye ahora Reato-, en Buenos Aires, algunos jesuitas compañeros de Bergoglio ya han señalado públicamente que la Iglesia bien podría establecer una sanción temporal, como, por ejemplo, la abstención de confesarse y comulgar durante un año, y luego restituir todos los derechos de los católicos divorciados que han vuelto a formar una familia”.
Digan lo que digan, los católicos confiamos en Francisco, o mejor aún: en que el Espíritu Santo le asistirá en asuntos relacionados con la doctrina y el Magisterio de la Iglesia, como sin duda es la comunión a los divorciados que algunos ya practican o demandan bajo apariencia de bien, tal y como actúa el demonio, esgrimiendo una falsa misericordia para encubrir lo que a todas luces es un gravísimo sacrilegio.
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Espero que le guste. Gracias.