Queridos Hermanos
Estamos ante el tercer Domingo de Cuaresma. La primera Palabra es del Éxodo donde vemos al pueblo de Israel murmurando contra Moisés, con un grito fuerte y existencial: ¿Realmente Dios está en medio de nosotros o es todo una fantasía? El Señor le dice a Moisés: coge en tu mano el cayado con que golpeaste el río y golpea la peña. Este cayado que es la cruz de Jesucristo que golpea la dificultad. “Y saldrá de ella agua para que beba el pueblo”, sale felicidad para el hombre de hoy.
Esta, hermanos, es nuestra realidad. Muchas veces instrumentalizamos a Dios para que se ponga a nuestro servicio y le pedimos que cumpla nuestros deseos y proyectos, esto es la religiosidad natural. Por eso, en este tercer domingo de Cuaresma, en la Iglesia primitiva, se tenía el primer escrutinio, porque hacía presente el bautismo, la gracia que da el bautismo. ¡Qué importante es que nosotros hagamos y recuperemos el bautismo como recorrido existencial!
Respondemos con el Salmo 94: "Ojalá escuchéis hoy su voz”, que significa aceptar la historia. El pueblo de Israel estaba contra Dios porque no aceptaba la historia, la precariedad. Cada uno sabe qué es lo que no acepta y protesta y lucha contra su historia. Pero es Dios quien nos pone esta historia. ¿Para qué? Para creer en Él.
La segunda Palabra que nos da la Iglesia, es de la carta a los Romanos y nos pone delante la fe que es este amor de Dios que ha sido derramado en nuestro corazón por el Espíritu Santo que se nos ha dado.
El Evangelio es impresionante, dice que Jesús llegó a Samaria. Samaria es un lugar donde el judaísmo se vive de otra forma, están en contra de los judíos, es como si fueran protestantes. Allí está el manantial de Jacob de donde han bebido agua todo el antiguo testamento, toda la historia de salvación ha pasado por este pozo. Esta samaritana al lado del pozo es la figura de la humanidad sedienta de vida eterna, Estamos sedientos de felicidad, estamos buscando la felicidad donde no está: en el dinero, en el prestigio, en la fama, en el sexo, en la droga, en el alcohol, en cambiar nuestra vida, etc. Lo que quiere Dios es que le adoremos en Espíritu en el altar de la historia, que aceptemos la historia que Dios hace con cada uno. No es un culto exterior, es un culto interno. Ahora es el momento oportuno.
Que el Señor nos conceda en esta Cuaresma confiar en Él y en la historia que Él hace.
Un fuerte abrazo y recen por mí.
Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao