Dos Papas que se abrazan. Inédito. Histórico. Pero tanto o más lo es el que ambos sientan hacia el otro un profundo respeto y una gran admiración. Benedicto, el doctor de la Iglesia, el sabio y humilde profesor alemán, muestra su obediencia plena a su sucesor. Francisco, el profeta de la caridad, que muestra al mundo las heridas que el hambre deja en la carne de millones de seres humanos de los que no se quiere ni siquiera saber que existen, ofrece a su predecesor el testimonio de su afecto mientras acude a él a buscar su consejo.

Efectivamente, es inédito e histórico y es una gran lección para todos. ¡Cuántas veces, en la política, en los negocios y en la propia Iglesia, lo que uno ha hecho es destruido por el que le sigue, teniendo que recomenzar todo de nuevo! Esta Iglesia vieja y sabia ofrece al mundo un ejemplo a imitar. «Somos hermanos», le ha dicho Francisco a Benedicto. Ahí está el ejemplo, en la fraternidad de dos que, siendo distintos, tienen una única meta: servir a Dios y, por Él, a los hombres.