El día de hoy, amados míos, es de gran importancia. Nos pide tener un gran deseo, poner mucha atención, una viva resolución que nos lleve al encuentro del Rey de los Cielos. Pablo, el mensajero de la buena noticia, nos decía: «El Señor está cerca, que nada os preocupe» (Flp 4,5-6) 

Encendamos las lámparas de la Fe: como la cinco vírgenes prudentes (Mt 25,1ss), llenémoslas del aceite de la misericordia para con los pobres; acojamos a Cristo del todo despiertos y cantémosle llevando las palmas de la justicia en las manos. Abracémosle derramando sobre él el perfume de María (Jn 12,3). Escuchemos el canto de la resurrección; que nuestras voces se eleven, dignas de la majestad divina, y gritemos con el pueblo ese grito que viene de la multitud: «¡Hosanna en las alturas! Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel. Está bien dicho: «El que viene», porque viene sin cesar, jamás nos falta: «El Señor está cerca de los que lo  invocan con sinceridad» (Sl 144,18). «Bendito el que viene en nombre del Señor.» 

El Rey manso y pacífico está a nuestra puerta. El que reina en los cielos sobre los querubines está aquí abajo sentado sobre un pollino de borrica. Preparemos las casas de nuestras almas, quitemos de ellas esas telas de araña que son las discordias fraternas; que nadie encuentre en nosotros el polvo de la maledicencia. Derramemos a oleadas el agua del amor, y apacigüemos las desavenencias que levanta la animosidad; después salpiquemos el vestíbulo de nuestros labios con las flores de la piedad. Entonces, que surja de nosotros ese mismo grito que brota de la muchedumbre: «Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel».( Obispo Proclo de Constantinopla Sermón 9, para el día de Ramos) 

Estamos en el portal de la Semana Santa, con el Domingo de Ramos como inicio del camino que nos llevará a la Pascua de Resurrección. 

El Obispo Proclo  vivió hasta el año 446 en Asia Menor.  El Obispo Proclo nos habla de cómo dar el primer paso para iniciar la Pascua con buen pié.

Lo primero que nos indica son las condiciones para iniciar el camino:
 

Después el Obispo Proclo nos indica una serie de acciones: 

¿Cómo hemos de prepararnos para recibir al Señor: 

·     Preparemos las casas de nuestras almas, quitemos de ellas esas telas de araña que son las discordias fraternas; que nadie encuentre en nosotros el polvo de la maledicencia. Derramemos a oleadas el agua del amor, y apacigüemos las desavenencias que levanta la animosidad. El Obispo Proclo nos dice que desechemos todo lo que nos separa de nuestros hermanos ¿Por qué? Porque Cristo está donde dos o más se reúnen en Su Nombre. ¿Podemos unirnos cuando tenemos le corazón bloqueado por rencores, envidias, resentimientos y odios? Simplemente no. 

·   Salpiquemos el vestíbulo de nuestros labios con las flores de la piedad. El vestíbulo de nuestros labios ¿Qué es este vestíbulo? El vestibulo en la entrada de nuestra casa. Allí donde las visitas esperan a que les antendamos. Antes de hablar, seamos conscientes si nuestras palabras, une, curan y dan esperanza. Pongamos en el vestibulo de nuestras palabras, la piedad y el amor que tanto necesitamos.

Pero ¿Para qué todo esto? Para “que surja de nosotros ese mismo grito que brota de la muchedumbre: «Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel» 

Quizás la pregunta del millón sea ¿Cómo deshacernos del dolor que tenemos en nuestro corazón? Ese dolor que produce que veamos a los demás a través de sospechas, resquemores, desconfianzas y sobre todo envidias. Para que el corazón sea sanado, necesitamos abrirlo a la acción de Cristo. Esto implica que nuestra voluntad sea tomar esta cruz e ir en detrás del Señor. 

Tan fácil de decir y no por ello deja de ser imposible por nosotros mismos. Es la Gracia de Dios la que nos mueve a abrir lo que somos a los demás y a Dios. Dejemos que actúe y nos transforme. Esta Semana Santa y sobre todo, la próxima Pascua, puede ser el momento. Tengamos esperanza. ¿Por qué no?