Poco se esperaban este resultado del cónclave [dice Il Corriere que con 90 votos de los 77 mínimos necesarios] que tenía que elegir el Papa número 266. Me perdonarán que juegue de nuevo a los números, pero la mitad de ése es 133 que representa de alguna manera la fecha en la que fue elegido, el 13 de marzo, y por si fuera poco de un año que acaba en 13 también. Se nos ha dicho siempre que el 13 es el número de la misericordia y vemos que en el escudo episcopal, también en el papal de Su Santidad Francisco, figura el lema: “Miserando atque eligendo” (“Lo miró con misericordia y lo eligió”), que viene de una cita de las homilías de Beda el Venerable a propósito de la vocación de Mateo. Nada más que como curiosidad, sin buscar tres pies al gato, queda dicho.
Jorge, Ignacio, Mateo, y al final… Francisco son los nombres que han marcado hasta ahora a este Papa que ha venido del fin del mundo, como él dijo. Pero éste último, a través de su opción por los pobres, le fue sugerido, de alguna manera, por su compañero de cónclave el arzobispo emérito de Sao Paulo (Brasil), Claudio Hummes.
Y es el desconocimiento de la hermenéutica de lo que realmente ha sucedido, tanto en el cónclave como posteriormente, y la ignorancia mediática de su simplicidad evangélica franciscana, de su sabiduría espiritual ignaciana y de su inquietud de pastor valiente de la Iglesia, las que llevan a algunos a interpretar sus gestos de manera torcida, como si fuera un personaje de película que busca ser original o dar una determinada imagen de forma intencionada.
También, no lo niego, incluso entre los católicos, puede haber alguien que tema por su integridad física, debido a que quizá no mire si se arriesga o no en su acercamiento a las masas, como ocurrió ayer en la parroquia de Santa Ana en el Vaticano. Él se puede saber en las manos de un Dios providente y misericordioso, pero quizá más de un fiel o guardia encargado de su seguridad pueda sufrir por ello.
Sea como fuera, los sencillos son los que quizá tengan la mejor perspectiva para ver y entender cada uno de sus gestos, compromiso y complicidades con los más desfavorecidos, puesto que los más humildes suelen comprender los gestos de sus semejantes sin tantos reparos y prejuicios. Nos haría falta, a todos, una relectura y actualidad de las virtudes (y necesidad actual) de San Francisco, de San Ignacio, también de San Mateo, entre otros, para ver e interpretar correctamente este Jorge Mario que el Señor nos ha traído como vicario suyo en la tierra, como sucesor de Pedro, como aquel que hoy necesita la Iglesia.
Porque hemos tenido recientemente a Juan, a Pablo, y a Benito, ahora tocaba a Francisco, para restaurar, sostener, renovar a la esposa de Cristo, a la Santa Madre Iglesia. Debemos estar muy alegres por ello y deseando conocerle y amarle más y mejor.
A este conocimiento real, cercano, humano y sobrenatural, contribuye Publicaciones Claretianas, que está sacando ya de la imprenta, a partir de este miércoles 20, una serie de títulos (unos seis probablemente) acerca del papa Francisco, que proceden de recopilaciones de escritos suyos de los años 2000 a 2008, y que previamente fueron publicados en Editorial Claretiana (Argentina). A mediados de abril, después de Semana Santa, se tiene prevista la presentación oficial en nuestro país.
Ya desde el primer título, “El verdadero poder es el servicio”, me dice Fernando Prado, cmf, el director de esta editorial, aparece claramente quién es Francisco el pastor, el sabio, el sacerdote, con todo su corazón, su carácter, su humor, su manera de pensar y entender la realidad. Este título me hace pensar en eso que dijo Jesús que quién quiera ser el mayor que se ponga a servir. Y que él no venía a ser servido sino a servir y dar su vida en rescate por muchos.
A mí se me hace muy entrañable y muy cercano, sencillo y sabio, evangélico, jesuita a la vez que franciscano, siervo de los siervos de Dios a la vez que jefe de la Iglesia católica, pastor y padre, firme y amable, que inaugura mañana, en la Solemnidad de San José, esposo de la Bienaventurada Virgen María, de forma oficial su pontificado. Recemos por él porque él no para de hacerlo por nosotros, como nos pidió que hiciéramos desde el balcón de la Logia, cuando se presentó ante la Iglesia Universal. Que él nos bendiga también y cuide la grey que el Señor le ha confiado. Que nosotros le hagamos caso y nos dejemos conducir por su cayado.