Recuerdo que la elección de Benedicto XVI desató en su día fuertes críticas por su pretendido perfil “neoconservador”. Hubo quienes, sin esperar ni tan siquiera a la evolución de su pontificado, le acusaron ya de retrotraer la doctrina de la Iglesia a la de antes del Concilio Vaticano II. Ramilletes de analistas que se apresuraron a predecir que con Benedicto XVI la Iglesia mantendría sus posturas sobre la prohibición del aborto, la homosexualidad, la eutanasia o los anticonceptivos. ¿Pretendían acaso que el mismísimo Papa actuase contra el Magisterio de la Iglesia, arrojando así piedras contra su propio tejado?
Aquellos mismos enemigos de la Iglesia de Jesucristo que arremetieron entonces contra su cabeza visible en la tierra, se mostraron en cambio condescendientes a la hora de hacer balance sobre su Papado en cuanto supieron que Benedicto XVI había renunciado inesperadamente al mismo, en febrero pasado. Son los mismos que ahora, tras la elección del sucesor Francisco, proclaman a los cuatro vientos las bondades del Papa argentino, cubriéndole con virtudes que conducirían a los altares a cualquier ser mortal que las encarnase. Por paradójica que resulte, su actitud tiene, por desgracia, una lógica aplastante.
Son los mismos lobos con piel de cordero que osan dictar ahora al nuevo Papa, desde sus púlpitos mediáticos, su propio decálogo con “mandamientos” contra la doctrina de Jesucristo, que es y debe ser siempre la de la Iglesia. Son los mismos que fomentan la ordenación sacerdotal de las mujeres, la supresión del celibato eclesiástico, la comunión a los divorciados que han vuelto a casarse por lo civil y conviven maritalmente en pecado mortal, el uso indiscriminado de los anticonceptivos, el aborto, el matrimonio homosexual, y hasta la puesta en cuestión del dogma de la Perpetua Virginidad de María… Jamás se rendirán hasta ver instaurada una suerte de “ideología de género” en el seno de la Iglesia, pero se olvidan o son incapaces de ver con sus corazones cerrados que Nuestro Señor Jesucristo ha vencido al mundo.
Son los mismos enemigos de la Iglesia que, comparando a ésta con una multinacional o una ONG, celebran ahora con halagos la elección del Papa Francisco convencidos de que éste emprenderá todas o alguna de sus heréticas reformas. Son los mismos que hacen suyas las palabras del Papa Francisco –“Verdad, Bondad y Belleza”- pero persiguen en realidad todo lo contrario.
Mucho tendrá que bregar Francisco para combatir la apostasía dentro y fuera de la Iglesia. Él mismo aludía recientemente al demonio, parafraseando al converso Leon Bloy: “Quien no predica al Señor, predica al diablo”. Oremos mucho por este nuevo Papa y por todos aquellos que pretenden hacerle comulgar con ruedas de molino porque la fe, como la oración, mueve montañas.
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Espero que le guste. Gracias.
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