Al conocer al nuevo Papa Francisco I, su amor a Dios y a la Virgen, su especial aprecio a la Eucaristía, su pensamiento, su modo de vivir una pastoral netamente evangélica, su humildad, su amor a los pobres, su valentía para defender la vida contra el aborto y la eutanasia, su rechazo a lo que no se puede llamar matrimonio por razones naturales, su defensa de la igualdad de derechos, etc., me viene a la memoria el último capítulo del libro “El coraje de ser católico” de George Weigel. Lo titula “De la crisis a la reforma”.
En él leemos: “A Dorothy Day, cofundadora del moviminto Catholic Worker, le gusta especialmente un desafio a la fidelidad y el coraje que una vez planteó el papa Pío XI. El zafio tomó la forma de una invitación a la oración: “Demos gracias a Dios por hacernos vivir en tiempos difíciles. Ya no se permite a nadie ser mediocre” (Pág. 207). Y como dice el mismo autor, la excelencia cristiana, una conformidad más profunda a Cristo, es lo que se requiere de todo aquel que en la Iglesia Católica, se compromete a transformar las crisis...en una reforma auténticamente católica.
Pienso que esta es la renovación que va a emprender Francisco I. Desde el espíritu genuino de San Francisco va a intentar, como le dijera el Señor al Santo de Asís, reconstruir la Iglesia, poner cada piedra en su sitio. Recuerdo a este respecto algo que decía hace tiempo San Josemaría Escrivá, mas o menos con estas palabras: Cuando veamos que de la pared de la Iglesia se ha desprendido una piedra, un bloque, la cogemos, la besamos y la colocamos con amor en su sitio. Así han pensado siempre los santos. Ellos han sido los auténticos reformadores, o restauradores. Y creo que el actual Papa lo es. Nos llegan noticias de su vida en Argentina que demuestran su profundidad interior, su valentía para defender la Verdad, que le costó caro, y la oposición de parte de los políticos en el poder.
No tiene pelos en la lengua para llamar, con todo cariño, pero con audacia, fariseos a los sacerdotes que quieren imponer más leyes de las que ya existen, sin consideración al amor y comprensión que nos merecen las personas en dificultad. Utiliza crudamente dos palabras fuertes para denunciar algunas actitudes poco humanas, como son la coprofagía y la coprofilia.
Como nos dice Weigel, la reforma católica consiste en recuperar y desarrollar la forma esencial de la Iglesia, las verdades dadas a ella por Cristo, que incluyen verdades morales sobre las formas en que los seres humanos pueden realmente florecer (Ibídem, pág. 207). En síntesis, estamos iniciando unos nuevos tiempos para la Iglesia y para el mundo, y el protagonista de esta transformación va a ser, sin duda, el Papa Francisco I, del que se va a valer el Espíritu Santo para esta ardua tarea que, pienso, llevará un tiempo. Benedicto XVI ha reforzado los cimientos doctrinales, Francisco I va a reforzar los muros. Otro vendrá que repare el tejado. Dios tiene tiempo, y nosotros debemos tener paciencia. Pero hay que empezar ya a trabajar en serio.
Bien venido Francisco I, el hermano sol y la hermana luna van a iluminar el día y la noche en esta travesía del desierto, desde donde vislumbramos la tierra prometida.
Juan García Inza
juan.garciainza@gamil.com