Vaya tarde más emocionante para todos los cristianos y hombres de buena voluntad. Qué aventura más alucinante esta de ser miembro de la Iglesia Católica, una Iglesia en la que sabemos que el Espíritu Santo nos guía a pesar de nuestra pobre humanidad.
Hoy el mundo miraba a Roma y un Papa humilde a la vez que sereno pedía la oración de todos los fieles. Como para no estar orgulloso de ser católico y por lo tanto familiar, hermano en Cristo, de Su Santidad Francisco I, a la vez que declarado hijo suyo que lo reconoce como papa.
Los que somos de tradición jesuítica nos hemos rebelado un poco ante la idea de que el nuevo papa hubiera escogido su nombre por el santo de Asís.
Que si San Francisco Javier, misionero y apóstol de Japón, en su novena de la gracia justo acabada ayer…
Que si San Francisco de Borja, santo de indudable influencia en la Iglesia, de noble procedencia y apellido con resonancia papal...
Si me apuran buscando franciscos hasta San Francisco de Sales de fuera de la Compañía, conocido por su caridad…
Pero todos ellos se llamaban Francisco probablemente por el poverello de Asís que fue el primero y el más grande al hacerse el más pequeño.
Un papa que se presenta como hermano, fíjense que no se ha llamado a sí mismo sino obispo de Roma, y habla del camino que emprendemos todos juntos. Un papa que humilde se inclina para recibir la oración intercesora del pueblo de Dios. Un papa que tiene un historial de amor a los pobres, y de vida de pobreza, tiene ese algo de franciscano que muchas veces también se da fuera de las órdenes surgidas del carisma del pequeño Francesco.
Ciertamente aunque sepa a franciscano, tiene mucho también de jesuita. Pues los jesuitas primeros peregrinaban a pie, hasta sangrarles los pies descalzos, y estaban al pie del cañón con los más menesterosos, como el ya otrora cardenal Bergoglio cruzaba en transporte público los arrabales de Buenos aires, para estar con los más necesitados.
Pero a mi este papa me sabe a franciscano, aunque ciertamente nobleza obliga, y hemos de dar muchas gracias de tener a un jesuita con todo lo bueno y organizativo que puede poner en juego una persona formada en los ejercicios espirituales de San Ignacio.
Maestro de novicios, rector, director de ejercicios, obispo, cardenal…todo para Mayor Gloria de Dios y servicio de la Iglesia, con esa indiferencia ignaciana que obliga a aceptar tanto pobreza como riqueza, salud como enfermedad, títulos como deshonores.
Ojalá en los próximos días el papa nos cuente por qué eligió Francisco como nombre. Hoy sólo podemos hacer conjeturas, y valga la mía como tributo a un pastor que nos ha dejado a todos con un muy buen sabor de boca en el comienzo de su pontificado.
Una sola curiosidad. Hoy un jesuita cumple en su persona el voto más íntimo de la Compañía de Jesús, el cuarto voto: la obediencia al Sumo Pontífice. Nada más Franciscano que elegir servir a la Iglesia, por obediencia a la misma, allá donde ésta te pide estar.
Por eso hoy dormimos tranquilos y confiados, sabiendo que no tenemos un jesuita o un franciscano de papa. No tenemos un argentino o un hispanohablante. Todo eso queda como anécdota.
Tenemos la persona que Dios en su misericordia nos ha dado, y la tranquilidad de saber que por encima de apellidos, procedencias, pelajes eclesiales y quinielas de papables, es un cristiano enamorado de Jesucristo que busca la santidad al que todos podemos llamar padre y que nos llama hermanos… y además, por si fuera poco, se llama Francisco.
P.S. Actualización de última hora: el Cardenal Sistach acaba de contar ahora mismo en la COPE a las 9:23am que cuando dijo su nombre Franciscus, aclaró delante de los cardenales que era por el santo de Asís...