En estos días de espera tensa los medios y los corrillos eclesiales andan buscando papables. Algunos incluso con el temor de que no salga a mi gusto, o de  que pongan las cosas “patas arriba”, como me decía alguien. Las cosas de Dios hay verlas desde Dios.

                Pienso que es un tiempo precioso para meditar en las grandes Verdades de nuestra fe. Yo, modestamente, voy a intentar facilitar al lector algunos motivos de reflexión para enfocar el momento presente desde la luz de la fe, buscando a Dios.

Y traigo aquí unos bellos pensamientos de Amado Nervo titulado: Consuélate, no me buscarías si no me hubieses encontrado.

Oirás decir frecuentemente a muchos que no encuentran a Dios.

Pregúntales si le buscan y hasta donde llega su anhelo de hallarle.

Si le buscan con mucho ahínco, tranquilízalos, porque ya le han encontrado…

Dios dice a Pascal en las Meditaciones:

Consuélate, no me buscarías si no me hubieses encontrado”.

Pensamiento admirable, capaz de inundar de consuelo al espíritu más árido y desolado.

Pensamiento, por otra parte, de una sorprendente exactitud.

El que busca, en efecto, a Dios con ahínco es porque le ama, y el que le ama, ya le posee.

Amar a Dios y poseerlo es todo uno.

Por eso el autor de estas líneas  ha dicho en unos versos, glosando la frase del divino pensador francés: “Alma, sigue hasta el final, en pos del Bien de los bienes, y consuélate en tu mal, pensando como Pascal: “¿Le buscas? Es que lo tienes”.

Y continúa el poeta:

Pues busco, debo encontrar.

Pues llamo, débenme abrir.

Pues pido, me deben dar.

Pues amo, débeme amar.

Aquel que me hizo vivir.

¿Calla? Un día me hablará.

¿Me pone a prueba? Soy fiel.

¿Pasa? No lejos irá;

Pues tiene alas mi alma, y va

volando detrás de Él.

Es poderoso, mas no

 Podrá mi amor esquivar.

Invisible se volvió,

Mas ojos de lince

Yo tengo y le habré de mirar.

Alma, sigue hasta el final

En pos del Bien de los bienes

Y consuélate en tu mal

Pensando como Pascal:

“¿Le buscas? ¡Es que lo tienes!”.

 

                En este tiempo de espera  en la Iglesia, buscamos sobre todo a Dios. Y si le buscamos es que lo tenemos. Y si lo tenemos no hay miedo, no hay duda, todo se vuelve esperanza, porque vienen tiempos nuevos, con un futuro prometedor, en el que será posible una primavera del espíritu tras los nubarrones de tiempos pasados, en los que tal vez no buscamos sinceramente a Dios. Si lo buscas, ¡ya lo tienes!.

 Juan García Inza
juan.garciainza@gmail.com