Su pellejo no vale en este momento un duro. Van a por él y no van a parar hasta que, como alguien ha dicho en delicada expresión de esas que en este país adornan el discurso de la izquierda, “lo empalen”.
Estoy hablando del diputado Cantó, que ha osado profanar una de las vacas sagradas de la progresía y el feminismo internacional: la ley que supuestamente intenta combatir la mal llamada “violencia de género”, que no es otra cosa que “violencia doméstica” o “violencia familiar”; “de género” nunca, aunque sólo sea porque las personas no tienen género, tienen sexo.
Estoy hablando del diputado Cantó, que ha osado profanar una de las vacas sagradas de la progresía y el feminismo internacional: la ley que supuestamente intenta combatir la mal llamada “violencia de género”, que no es otra cosa que “violencia doméstica” o “violencia familiar”; “de género” nunca, aunque sólo sea porque las personas no tienen género, tienen sexo.
Nada nuevo, por otro lado, ni inesperable, cuando el propio programa con el que el diputado Cantó y su partido UPyD concurrieron a las elecciones ya exigía con toda claridad una “nueva Ley contra la Violencia de Género o Intrafamiliar, Doméstica o Sexista, en sustitución de la actual Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, que atenta contra el principio de igualdad al basarse en la asimetría penal y la desigualdad de trato en el ámbito judicial, dando lugar a una aplicación desmedida e injusta para miles de hombres. Una ley que, además de hacer frente la violencia de género, proteja a todos los miembros del entorno familiar” ().
Al parecer el diputado Cantó ha manejado cifras erradas o no suficientemente contrastadas -así lo ha reconocido él mismo-, y eso le ha perdido. Por esa herida ha corrido la sangre que las hienas del feminismo y de la progresía internacional no han tardado en detectar para lanzarse a degüello contra él.
Y sin embargo, si el diputado Cantó hubiera sido mejor lector de esta columna, no habría tenido que recurrir a datos tan poco contrastados, y nos podría haber contado que en Francia, donde hasta la fecha el tratamiento de la violencia doméstica no es discriminatorio, el mismísimo ministerio del interior () informa de que un 13% de las víctimas de malos tratos, -una de cada siete-, son hombres... o lo que es lo mismo, que uno de cada siete maltratadores... ¡es una mujer!
Al parecer el diputado Cantó ha manejado cifras erradas o no suficientemente contrastadas -así lo ha reconocido él mismo-, y eso le ha perdido. Por esa herida ha corrido la sangre que las hienas del feminismo y de la progresía internacional no han tardado en detectar para lanzarse a degüello contra él.
Y sin embargo, si el diputado Cantó hubiera sido mejor lector de esta columna, no habría tenido que recurrir a datos tan poco contrastados, y nos podría haber contado que en Francia, donde hasta la fecha el tratamiento de la violencia doméstica no es discriminatorio, el mismísimo ministerio del interior () informa de que un 13% de las víctimas de malos tratos, -una de cada siete-, son hombres... o lo que es lo mismo, que uno de cada siete maltratadores... ¡es una mujer!
- “¡A lo mejor le parece a Vd. que seis mujeres maltratadas por cada hombre que lo es son pocas!”.
- “Ni muchísimo menos señora mía, ¿pero está Vd. insinuando que tenemos que dejar de perseguir a lAs atracadorAs de bancos porque apenas representan un 5% de los atracadores? ¿O que tenemos que dejar de investigar los asesinatos de pelirrojos porque representan menos de un 1% del total? ¿O que tenemos que poner en libertad a los terroristas de extrema derecha porque por cada atentado terrorista de los suyos hay doscientos de extrema izquierda?”.
La condena del diputado Cantó ha sido extrañamente unánime en el panorama político patrio. De todas las “unánimes” condenas, la más cobarde de todas, la más hipócrita, me ha parecido la del recién llegado al club, con el furor del converso, el Partido Popular, al que habría que recordar que cuando el pesoísmo se hallaba en la oposición allá por el año 2002, -el 10 de septiembre de ese año para decirlo con toda exactitud-, ya le tumbó una propuesta de “ley de protección integral contra la violencia de género” por discriminatoria. Y que cuando estando ya en el gobierno el PSOE aprobó la actualmente vigente, -la misma que ahora critica el diputado Cantó-, el PP presentó una enmienda para ampliar el amparo de la ley a todos los ciudadanos con independencia de su sexo, la cual defendió su senador Gutiérrez González con argumentos como los siguientes (del , pag. 1121 y ss.):
“¿Que hay más violencia frente a las mujeres? Ya lo sabemos. ¿Que de cada diez, nueve lo son? Efectivamente. Si ustedes quieren, de cada 100, lo son 95, pero protegiendo a ese 95, ¿por qué vamos a dejar de proteger en plano de igualdad al 5% restante?”
“Podríamos plantear que quizá estemos no tanto en la discriminación positiva de la mujer, sino en la discriminación negativa de los demás miembros de la unidad familiar”.
“Voy a destacar la opinión […] del ex presidente del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña […] El señor Guillermo Vidal dice: La discriminación positiva de la mujer es constitucional y perfectamente válida. Otra cosa es, sin embargo, que esa discriminación se traslade al ámbito penal. En el campo penal es difícil no ver que pueda darse una discriminación con esta ley. Sí pueden arbitrarse más medidas preventivas de protección, pero una vez que el delito se ha consumado, no se puede decir que es más grave porque lo ha cometido un hombre. En estos términos es de dudosa constitucionalidad”.
Puede que los datos que maneja Cantó no sean los más contrastados, pero no por ello le falta razón al diputado: hay que terminar con una ley que es discriminatoria, y que por si fuera poco lo que sobre su injusticia y su iniquidad cabe decir, se ha mostrado un verdadero fracaso y un fiasco por lo que al cumplimiento de su objetivo, la lucha contra los malos tratos, se refiere.
Porque si nos hemos de sincerar, la Ley de protección integral contra la violencia de género sólo ha servido para dar contento a un lobby feminista representativo de cualquier cosa menos de las mujeres. Pero no, en modo alguno, para resolver el problema de los cientos de mujeres que cada año pagan con su sangre, cuando no con su vida, la mala elección de un compañero.
Y eso por no hablar del de las decenas de hombres que a la misma desgracia, añaden además la de la incomprensión de una sociedad que les llama agresores cuando en realidad son las víctimas: un extraño vicio al que le hemos cogido el gustito los españoles, el cual nos hemos pasado cincuenta años practicando con víctimas de otra clase de violencia y que ahora practicamos también con algunas de las de la violencia doméstica.
Porque si nos hemos de sincerar, la Ley de protección integral contra la violencia de género sólo ha servido para dar contento a un lobby feminista representativo de cualquier cosa menos de las mujeres. Pero no, en modo alguno, para resolver el problema de los cientos de mujeres que cada año pagan con su sangre, cuando no con su vida, la mala elección de un compañero.
Y eso por no hablar del de las decenas de hombres que a la misma desgracia, añaden además la de la incomprensión de una sociedad que les llama agresores cuando en realidad son las víctimas: un extraño vicio al que le hemos cogido el gustito los españoles, el cual nos hemos pasado cincuenta años practicando con víctimas de otra clase de violencia y que ahora practicamos también con algunas de las de la violencia doméstica.
©L.A.
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