En el Evangelio de ayer domingo, Cristo nos llama a amar al prójimo, sea amigo o enemigo. Termina llamándonos a ser perfectos, como Dios Padre lo es. ¿Seremos capaces de entender esto? Empecemos por ser conscientes que hoy en día todos nos creemos y nos sentimos perfectos. Si ya somos perfectos, lo que nos indica el Señor en el Evangelio no tiene sentido para nosotros. No lo terminamos de comprender. ¿Qué tiene que ver amar al prójimo y ser perfectos? Parece que son dos cosas que nada tienen que ver. ¿Por qué el Señor une ambas cuestiones? Nos quedamos sorprendidos porque hemos perdido de vista la imagen y semejanza de Dios que hay en nosotros.
¿Pero eso de la imagen y semejanza es algo tan importante? Sin duda alguna. La imagen y semejanza que llevamos impresa nos debe servir como modelo a seguir. Esta imagen es parte de las pisadas que Dios nos ha dejado en el barro del que nos ha creado: nuestra condición humana. Condición humana que es imperfecta, limitada y además, distorsionada por el pecado, pero también es reflejo de Dios mismo. Tenemos las marcas de las Manos del Creador, aunque no parezca posible. Sin un Modelo al que dirigir nuestros pasos, tenemos los miles de modelos ideológicos que se venden en el mercado mediático. Pero estos modelos, tarde o temprano, terminan por resultar insatisfactorios. Están tan distorsionados o más, que nosotros mismos. ¿Qué hacer? La sociedad actual nos ofrece una alternativa aparentemente maravillosa: entendernos a nosotros mismos como modelo. ¿De qué nos suena esto? Quizás recordemos que la serpiente ofreció a Adán y Eva, ser como dioses: “Mas sabe Dios, que el día que comiereis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como dioses, sabiendo el bien y el mal” (Gn 3, 5)
¿Qué significa ser como dioses? Es tanto como decir “Caminante, son tus huellas el camino y nada más; caminante no hay camino, se hace camino al andar”, como indicó Antonio Machado en su premonitorio poema. ¿Por qué es premonitorio? La postmodernidad nos está devorando y nosotros lo aceptamos sin más. El engaño está en mirarnos a nosotros mismos y tomarnos como modelo. Esto nos lleva a perder toda esperanza. No necesitamos a Dios,. Ya somos el ideal que necesitamos ser.
Cuando dice: sed perfectos como Él, nos impulsa a la semejanza. Si nos convida a la semejanza, es evidente que, siendo semejantes, nos habíamos apartado de Dios, y que estábamos lejos de él por la desemejanza, y que nos acercamos a él por la semejanza, a fin de que se cumpla en nosotros lo que se escribió: Acercaos a Dios y seréis iluminados. Luego este salmo se dirige a algunos hombres que se hallan distantes, y que viven mal, cuando dice: venid, regocijémonos en el Señor. ¿Adónde vais? ¿Adónde os retiráis? ¿Adónde os apartáis? ¿Adónde huís, regocijándoos en el mundo? Venid, aclamemos al Señor. ¿Por qué vais a alegraros donde os arruináis? Venid, alegrémonos en aquél, por quien fuimos creados. Venid, regocijémonos en el Señor. (San Agustín. Comentario al salmo 94, 2)
Sí, tal como leen en este párrafo de la obra de San Agustín, el problema no es actual sino una constante en la vida de todo ser humano. Siempre somos engañados e intentamos aparentar lo que no somos.
Y es como la tarde de esta edad, que ojalá al llegar no nos alcance, si es que no ha empezado ya, aquella de la que el Señor dijo: ¿crees que cuando venga el Hijo del Hombre, hallará fe sobre la tierra? Después de esta tarde aparecerá la mañana cuando venga el Señor en la claridad de su poder; entonces descansarán con Cristo de todos sus trabajos aquellos a quienes se dijo: sed perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos. Estos hombres ejecutan en la tierra obras en gran manera buenas, y después de haber hecho tales obras esperarán el descanso en el día séptimo, el cual no tiene tarde. De ninguna forma se puede explicar con palabras de qué modo creó y constituyó Dios el cielo y la tierra y toda la creatura que salió de sus manos; mas esta exposición que hace la Escritura, ordenada por días, de tal modo indica ser como la historia de las cosas hechas, que al mismo tiempo hace notar de manera especial la predicción de hechos futuros. (San Agustín. Del Génesis contra los maniqueos. Libro I, XXIII, 41 )
San Agustín señala con sabiduría que, al final de los tiempos, se nos preguntará por la forma en que hemos cumplido del deber de ser perfectos como el Padre lo es. Entonces responderemos con la frase de San Juan de la Cruz: "Al atardecer de nuestra vida seremos juzgados en el amor" y con ello creeremos justificado todo lo que hemos realizado. Pero puede seguir una segunda pregunta: ¿De qué amor hablas? Porque uno de los logros más maravillosos del enemigo ha sido confundir totalmente el sentido del amor. Benedicto XVI habló de esto en diversas ocasiones, por ejemplo en la maravillosa encíclica “Deus Caritas est”. ¿Dios es amor? Sí es amor, pero posiblemente no lleguemos a entender nunca este profundo misterio. Pensemos en el episodio evangélico en que Cristo pregunta : “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos?” (Jn 21, 15). ¿Amamos nosotros a Cristo más que las personas que nos rodean? Porque Cristo nos indica que el primero y más grande mandamiento es “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mt 22, 37). Entonces nosotros diremos que amar al prójimo “es semejante” a amar a Dios con todo nuestro ser. Pero es justamente al revés. Amar al prójimo necesita primeramente un amor profundo y sincero a Dios. ¿Sabemos qué conlleva la semejanza del amor?
Ante nuestra incapacidad de ver y entender, seguro que el Señor nos mirará con misericordia y nos preguntará algo así: Si no conoces el Modelo, ¿Cómo sabes que lo que haces es semejante a Él? Utilizo mayúsculas porque el Modelo es Dios, Dios Amor, el Amor fuente de Agua Viva. Si no amas a Dios con todo tu ser, ¿Cómo sabes si amas a tu prójimo de forma semejante? Todo esto nos lleva a replantearnos nuestra actitud en el momento que vivimos actualmente.
¿No somos ya perfectos y dignos de amarnos a nosotros mismos sobre todas las cosas? Si nos hacemos esta pregunta, el enemigo ha conseguido sacarnos del Paraíso por segunda vez. Conviene releer el Evangelio del pasado domingo teniendo esto en cuenta. Es interesante para prepararnos para la Cuaresma que tenemos tan cerca.