Traigo un fragmento de la breve catequesis del Ángelus que Benedicto XVI pronunció el pasado domingo:
… estas tentaciones también son falsas imágenes de hombre, que en todo tiempo insidian la conciencia, disfrazándose como propuestas convincentes y eficaces, e incluso buenas. Los evangelistas Mateo y Lucas presentan tres tentaciones de Jesús, que se diversifican parcialmente sólo por el orden. Su núcleo central consiste siempre en instrumentalizar a Dios para los propios fines, dando más importancia al éxito o a los bienes materiales. El tentador es falso: no induce directamente hacia el mal, sino hacia un falso bien, haciendo creer que las realidades verdaderas son el poder y lo que satisface las necesidades primarias. De este modo, Dios se vuelve secundario, se reduce a un medio, en definitiva se hace irreal, no cuenta más, desvanece. En último análisis, en las tentaciones está en juego la fe, porque Dios está en juego. En los momentos decisivos de la vida, pero si vemos bien, en todo momento, nos encontramos frente a una encrucijada: ¿Queremos seguir al yo o a Dios? ¿Al interés individual o al verdadero Bien, lo que realmente es bien? (Benedicto XVI, Ángelus 17-2-2013)
Incluso entre los medios católicos, el vaticinio del conclave es uno de los temas más tratados. También ocupan cierto espacio las valoraciones que diferentes personas hacen de la labor realizada por Benedicto XVI. He leído de todo, pero en casi todas las valoraciones aparece la desconfianza hacia el futuro y la esperanza de un Papa que se ajuste al gusto personal del entrevistado. Ahí tenemos el falso bien que nos indica Benedicto XVI, ya que esperamos de Dios aquello que nos gustaría.
Por otra parte, estamos instrumentalizando a Dios para nuestros propios fines al valorar en qué nos puede venir bien o mal, cada candidato a la Sede de Pedro. Siempre tendemos a sopesar nuestra conveniencia y a despreciar las oportunidades que Dios nos da cuando nos enfrentamos a ellas.
A la pregunta ¿Cómo deberá ser el próximo Papa? La respuesta me más se satisface es: deberá ser lo que Dios quiera para nosotros. De nada sirve crear perfiles adecuados e inadecuados e indicar si existen candidatos que los cumplan. Es cierto que la función del Sumo Pontífice es importante y trascendente, pero también es cierto que si no colaboramos con la voluntad de Dios todos y cada uno de nosotros, poco podrá hacer el Papa.
Para plantearnos que hacemos eligiendo nosotros a nuestro Papa, viene la pregunta que Benedicto XVI nos hace ¿Queremos seguir al yo o a Dios? La respuesta más evidente es que queremos seguir a Dios, pero nos cuesta disociar nuestros deseos de la voluntad de Dios. Pensamos que Dios querría lo mismo que nosotros y no tiene razón de ser así. Dios se vuelve secundario, se reduce a un medio, en definitiva se hace irreal, no cuenta más, desvanece, cuando nos quedamos encallados en la Iglesia me gustaría o el Papa que me caería simpático.
Como enseña San Agustín, Jesús ha tomado de nosotros las tentaciones, para darnos su victoria. Por tanto, no tengamos miedo de afrontar, también nosotros, el combate contra el espíritu del mal: lo importante es que lo hagamos con Él, con Cristo, el Vencedor. Y para estar con Él dirijámonos a la Madre, María: invoquémosla con confianza filial en la hora de la prueba, y ella nos hará sentir la poderosa presencia de su Hijo divino, para rechazar las tentaciones con la Palabra de Cristo, y de este modo volver a poner a Dios en el centro de nuestra vida. (Benedicto XVI, Ángelus 17-2-2013)
Si en esta Cuaresma nos encontramos con estas tentaciones y otras similares, no dejemos de pensar que Cristo nos ha señalado que unamos nuestra voluntad a la voluntad de Dios. Ante una Iglesia adecuada a nosotros, oremos pidiendo una Iglesia que sea signo de contradicción en el mundo que vivimos. Ante un Papa que se adecue a nosotros, roguemos al Señor que nos envíe uno que nos ponga en aprietos y que nos haga dejar nuestra cómoda ideología personal.
¿Cómo perdir esto al Señor? De muchas formas, pero para ayudar un poco, comparto la oración que D. Rafael Zornoza, Obispo de Cádiz y Ceuta, nos ha propuesto para transitar esta espera llenos de esperanza:
Espíritu Santo que siempre has preparado el camino al Sucesor de Pedro, te pedimos que guardes en tu amor al Papa Benedicto XVI para que siga sirviendo de todo corazón a la Santa Iglesia con su oración y su vida oculta. Ayúdanos en este tiempo de gracia, a orar con fervor y acoger en el amor a quien nos quieras dar para guiar a tu Iglesia. Te pedimos especialmente que derrames tu gracia, tu luz y tu amor sobre todos los Cardenales que han de elegir al nuevo Obispo de Roma, Sucesor de Pedro. Que el nuevo Papa nos presida en la unidad y la caridad, sirva con ardor y gran celo en la apasionante tarea de la Nueva Evangelización. Unidos con María, Madre de la Iglesia, colocamos bajo su maternal amparo el camino de quien guiará a la comunidad cristiana desde su nuevo Pontificado. Amén.