Luis María Anson ha demostrado que no hace falta ser sacerdote ni católico ejemplar para decir las verdades del arriero, frente a quienes verían con buenos ojos que la Iglesia renunciase a su propia razón de ser con falsos pretextos de “modernidad”.
 
“No da todo igual –advierte Anson hoy, en El Mundo-. No todas las verdades son relativas, las hay absolutas. La Iglesia católica no tendría razón de existir sin las verdades dogmáticas que no dependen de lo que decida la voluntad del hombre... No era fácil defender en estos tiempos del hedonismo galopante y el relativismo acosador la esencia de la doctrina católica y Vuestra Santidad [Benedicto XVI] ha sabido hacerlo con la firmeza de la roca de Pedro sobre la que se edificó la Iglesia”.

El propio Benedicto XVI, con la lucidez y oportunidad que le caracterizan, ha lanzado este mismo mediodía, tras el rezo en público de su penúltimo Ángelus como pontífice, un serio aviso a navegantes: “No tengáis miedo de afrontar el combate contra el espíritu del mal”.
 
Es obvio que la frase pronunciada por el vicario de Cristo en este trascendental momento para la Iglesia católica no es casual, sino causal. El demonio, según el Papa, “nunca empuja directamente hacia el mal”, sino bajo la apariencia de bien. Disfrazado ladinamente, en efecto, con piel de cordero y ademanes melifluos, Satanás pretende hacernos creer que la Iglesia debería ser menos tradicional y más “moderna” admitiendo con toda naturalidad, por ejemplo, la ordenación sacerdotal de las mujeres, el crimen execrable del aborto o el uso indiscriminado de los anticonceptivos. Una Iglesia adaptada así a los nuevos tiempos, que no debería dejarse influenciar ya tanto por la doctrina trasnochada de Jesucristo, su fundador, y sí por una permisiva ideología de género.
 
Quienes comparan a la Iglesia con un estado político o con una institución monárquica para defender su pretendida “modernidad”, se equivocan: la Iglesia se rige única y exclusivamente por los designios de Jesucristo, y los católicos de verdad no debemos permitir jamás que el "hombre viejo" dicte los mandamientos.

PD: Remito a quienes no lo hayan leído aún, a mi anterior artículo "Las sombras del Vaticano"; a veces, entre las sombras se halla algo de luz.  

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Espero que le guste. Gracias.