La noticia dio la vuelta al mundo mientras se adentraba y conmovía el corazón de la cristiandad. Fue tanta la humildad que puso en sus palabras, tanto el amor que derramaba su silueta, tanta la gratitud, tanto el perdón, que necesariamente, su gigantesco gesto iba a atraer todas las miradas, todos los latidos, en torrente de emociones y gratitudes. Desde que se presentó al mundo como "un humilde operario en la viña del Señor", Benedicto XVI ha intentado que no se preste atención a su persona sino a su mensaje. Por eso, en sus dos últimos aniversarios, el de la elección como Papa y el del cumpleaños, se centró en pedir oraciones "para que con la ayuda del Espiritu, puede perseverar en mi servicio a Cristo y a la Iglesia". Su secretario perticular ha dicho que "este es un gran pontificado de la palabra", centrado en predicar lo esencial de la fe: la identidad divina de Jesucristo, la armonía de la fe con la razón y la enseñanza básica de su primera encíclica "Dios es amor". La humildad y la valentía brillan hoy en la figura de este hombre bueno, que pasa a ser un contemplativo entre brisas monacales. Su amor a la humanidad se convierte de ahora en adelante en oración intensa.
Si tuviéramos que formar una trilogía de urgencia, me quedaría con estos tres hermosos pilares para nuestra fe y nuestra esperanza, que brotaron de los labios del Papa.
1. "Dios cuida personalmente de mi, de nosotros, de la humanidad. No me ha dejado solo, extraviado en el universo y en una sociedad ante la cual uno se siente cada vez más desorientado. Él cuida de mi". (En la clausura del Año Sacerdotal).
2. "Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme, Él puede ayudarme" (Encíclica "Spe salvi").
3. "No son las ideologías las que salvan el mundo sino sólo dirigir la mirada al Dios viviente, que es nuestro creador, el garante de nuestra libertad. Mirar a Dios que es la medida de lo que es justo y, al mismo tiempo, es el amor eterno". (Mensaje de la Jornada Mundial de la Paz 2012)
El Papa renuncia pero su silueta blanca de bondad y de paz se queda en las entrañas del mundo. No habrá, por tanto, ausencia sino redoblada presencia de su persona. Nos queda su palabra. Nos queda su esperanza. Y su lámpara encendida junto al Sagrario, en una vida contemplativa, monacal.