El Papa confiesa que ha sufrido un bajón físico considerable y todos los que lo hemos podido contemplarlo de cerca recientemente, aquí en Roma, nos habíamos dado cuenta de su delgadez y cansancio. Sin embargo, también éramos y somos conscientes de su lucidez total, de la agudeza de sus argumentos y también del sufrimiento de su alma. Sólo quisiera recordar las palabras que pude escuchar en la Plaza de San Pedro con motivo del aniversario del Concilio Vaticano II, la noche del 11 de Octubre de 2012. El Papa dijo: “En estos cincuenta años hemos aprendido y experimentado que el pecado original existe y se traduce, siempre de nuevo, en pecados personales, que pueden también convertirse en estructuras de pecado. Hemos visto que en el campo del Señor está siempre también la cizaña. Hemos visto que en las redes de Pedro se encuentran también peces malos. Hemos visto que la fragilidad humana está presente igualmente en la Iglesia, que la barca de la Iglesia navega también con viento contrario, con tempestades que amenazan la nave”. Es indecible lo que ha podido sufrir en estos meses.
Y ahora el Sumo Pontífice que tiene un puesto vitalicio, que detenta la suprema, plena y total autoridad de la Iglesia Católica, institución presente en los cinco continentes que representa a todos sus miembros: miles de millones de personas; el Papa sucesor legítimo del apóstol San Pedro, obispo de Roma, la Ciudad Eterna que preside todas las Iglesias en la unidad de la única Iglesia fundada por Cristo; el Papa acusado frecuentemente con argumentos superficiales de vivir en el boato y el lujo; este Papa, Benedicto XVI, Joseph Ratzinger, se despoja de todo, renuncia a toda su autoridad, a todos sus privilegios, a toda la atención de la Iglesia y del mundo. Es desde todo punto de vista IMPRESIONANTE.
Que se quiten el sombrero los políticos viejos o menos viejos que se agarran con uñas y dientes al poder aun cuando saben que no son capaces de gobernar; que aprendan la lección todos aquellos que todavía no han aprendido que la autoridad es un servicio, es sacrificio, es entrega, es morir a uno mismo, al propio tiempo, a los propios intereses personales y de grupo. Mandar es servir y estar dispuesto a dar paso a otro, dejando todo por el bien de todos. Una vez más, por todo lo que nos ha enseñado con palabras y con obras, sobre todo con este gesto sublime, me inclino para recibir su bendición: GRACIAS SANTO PADRE, GRACIAS BENEDICTO XVI.