Estas cosas del ecumenismo, a veces, tienen mucha gracia. Nos hemos pasado años escuchando que había que cambiar ciertos aspectos de la Iglesia católica para poder atraer a nuestros “hermanos separados”, había que ser menos rígido, menos aferrados a ciertos aspectos que se suponían accidentales. Una de las consecuencias de esta tendencia fue el cambio de fórmulas y el uso de nuevas traducciones de la Biblia que, en teoría, no provocase el rechazo de nadie. Pues bien, ahora resulta que está sucediendo justamente lo contrario.
Lo explica Eleanor Pettus, quien tras recordarnos cómo la lectura y estudio de la Biblia ocupa un puesto primordial entre los protestantes serios, constata cómo la traducción de la Biblia usada en la mayoría de parroquias católicas estadounidenses, la New American Bible (NAB), publicada por primera vez en 1970, es motivo de escándalo para los protestantes, tan cuidadosos con las traducciones que emplean.
Como indica Pettus, “la mayoría de los protestantes no están bien formados para juzgar sobre los argumentos históricos de la jerarquía católica, la metafísica de la Eucaristía o la validez de los sacramentos. Pero saben que la Palabra es sagrada y que cualquiera que trata la Biblia con poco respeto no es digno de confianza. Las frases chirriantes de la NAB desacreditan cualquier pretensión de que los obispos católicos tengan autoridad: su recomendación de un texto inadecuado prueba que no se puede confiar en ellos en el único ámbito en el que un protestante esta cualificado para juzgar. Y un ámbito en el que son particularmente sensibles. El uso continuado de la NAB les está diciendo a los protestantes que los obispos no son fieles cuidadores de las cosas de Dios”. Y concluye: “muchos protestantes creen que los católicos no respetan las Sagradas Escrituras; la NAB les confirma en su opinión”.
La solución: volver a una traducción respetuosa y fiel, abandonando los experimentos modernistas y el lenguaje no sexista, inclusivo y no sé cuantas tonterías más. Sólo así se recuperará la confianza de los protestantes serios y honestos. O sea, que resulta que es más ecuménico mantenerse en la ortodoxia que dejarse llevar por las modas modernistas de turno.