En esta columna hemos dedicado ya varias entradas a la exégesis moderna del Evangelio, unas más escépticas respecto de su autenticidad, otras menos.
Dentro de la que se da en llamar el New Quest o la Nueva Búsqueda del Jesús histórico, que algunos llaman también el Second Quest, una serie de autores como Willi Marxen o Hans Conzelman explicitan los que se dan en llamar “criterios de historicidad” que cabe aplicar a los textos evangélicos para determinar su grado de autenticidad o la de cada uno de sus pasajes. Unos criterios que en puridad sólo deberían poder servir para afirmar o reafirmar la historicidad de un pasaje, pero difícilmente para lo contrario, aunque hayan sido frecuentemente utilizados para argumentar su falsedad. Utilizados de una forma u otra, de manera más o menos legítima o torticera, los citados criterios son, en definitiva, los siguientes:
1º.- Criterio de la dificultad o lectio difficilior: según él, no es razonable que un autor incluya en su texto datos que se muestran incómodos para el propósito de su trabajo. Por lo tanto si los usa es que son auténticos. En el caso de los Evangelios, son eventos que pasan por el tamiz de la lectio difficilior el bautismo de Jesús por Juan, siendo así que los evangelistas sostienen que Jesús es mayor que Juan; o la entrada de Jesús, látigo en mano, en el Templo, siendo así que Jesús es el profeta que pone la otra mejilla cuando le abofetean la primera.
2º.- Criterio de la discontinuidad: derivación del anterior según el cual, es histórico todo aquello que en el mensaje de Jesús rompe abiertamente con los conceptos de la época.
3º.- Criterio de la coherencia: es indicio de historicidad todo aquello coherente con lo que la tradición posterior reafirma o lo que otros criterios han afirmado ya.
4º.- Criterio del testimonio múltiple: cuanto más sean los textos que aporten un dato y cuanto más diferentes sean esos textos, más probable es que el dato en cuestión sea histórico. Desde este punto de vista, la coincidencia de dos o más fuentes cristianas con fuentes no cristianas harían histórico el dato. Caso paradigmático, la crucifixión, recogida en los sinópticos, en Juan, en Pablo, pero también por el judío Flavio Josefo, por el romano Tácito... John D. Crossan en su obra “El Jesús histórico” hace un uso desmedido de este criterio, poniendo al mismo nivel fuentes existentes (Evangelios v.gr.) con fuentes que son sólo hipotéticas (“Q” por ejemplo, ), llevando el criterio al paroxismo y casi al ridículo.
5º.- Criterio de la explicación necesaria: gozan de una presunción de historicidad los datos necesarios para que se produzcan otros que ya tenemos por seguros.
La aplicación de estos criterios a las sagradas escrituras y los grandes descubrimientos arqueológicos del final del período, la biblioteca gnóstica de Nag Hammadi en 1945, los Papeles esenios de Qumran en 1947, proporcionan nuevos y valiosísimos elementos que abren el campo a una nueva generación de investigadores, los cuales ya no son sólo teólogos ni tampoco sólo alemanes: es el Third Quest (Tercera Investigación) entre cuyos representantes destacan figuras como E. P. Sanders, autor de “Jesús y el judaísmo”; J. P. Meier, autor de “Un judío marginal”; o John D. Crossant que mencionamos arriba.
©L.A.
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