Hace unos días me vi metida en un chat de WhatsApp en el que el tema acabó yéndose un poco de las manos y terminó resultando un tanto incómodo. Esto desgraciadamente es muy común. Alguien pone algo con toda su buena intención, otra persona aporta más datos también con muy buena intención, una tercera hace una puntualización, una cuarta aclara un punto… y así lo que había empezado como algo totalmente inocente termina resultando incómodo y violento. ¡Qué pena! Y es que el no ver las caras ni escuchar el tono de voz al hablar hacen mucho daño.
El caso es que el tema del otro día terminó interesándome mucho y no pude callarme -bueno, esto no es nada raro en mí-; aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid terminamos hablando de la fe y de cómo no ponerla en peligro.
Alguien pasó un anuncio de un curso de Mindfulness y derivó en si el budismo es religión o filosofía y en por qué la gente busca la paz y eliminar el estrés fuera del cristianismo. ¡Las vueltas que puede dar un tema! Parecía el juego del teléfono estropeado.
La conversación se fue poniendo tensa, el ambiente se fue calentando, hubo quien sintió que no respetaban su opinión… y yo iba leyendo y me removía en el sofá hasta que no pude callarme.
Lo que me hizo intervenir fue que alguien dijera que habiendo vuelto a la fe cristiana tomaba del budismo lo que le venía bien. No lo entendí y sigo sin entenderlo.
No conozco a esa persona y ante todo la respeto, respeto su itinerario espiritual, su modo de pensar y de vivir. No soy nadie para juzgar porque lo que hay en la conciencia de cada uno sólo lo saben Dios y cada uno. Y porque yo he mamado el cristianismo y no he tenido que hacer ningún recorrido para llegar, no sé lo que es eso, no lo he vivido y no puedo hablar de lo que no conozco.
Pero de lo que sí conozco sí que hablo, sobre todo si me toca la fibra. Y conozco a Dios. Y conozco a Cristo. Y soy cristiana, primero por herencia porque mis padres me bautizaron recién nacida, y después por opción personal cuando decidí recibir la Confirmación. Y después de eso por más opción personal, habiendo pasado cosas muy difíciles y duras en las que entiendo que alguien se plantee abandonar a Dios, de verdad que lo entiendo.
El caso es que, si uno termina siendo cristiano porque quiere, voluntariamente, porque está convencido de que Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida… ¿por qué buscar en otros sitios? ES como tener una cadena de gasolineras y repostar en las del pueblo de al lado.
Llámame radical si quieres, talibán, exagerada, estrecha, cerrada… lo que quieras, me da igual. Yo he encontrado la Verdad, la Vida y el Camino y no necesito buscar en ningún sitio más.
Cuando tengo mucha ansiedad me tomo un Lexatín si me hace falta, pero me alivia antes, más y mejor levantar los ojos al Cielo y decirle al Señor: “¡Majo, a ver si haces algo, que esto me supera!”; no tiene efectos secundarios y el efecto positivo dura más.
Si la angustia me quita la respiración o las preocupaciones no me dejan dormir, yo rezo. ¡YO REZO A DIOS! Porque es mi Padre y es la caña, es el Todopoderoso. No necesito otras filosofías ni otras técnicas para ir sacando balones fuera, para despejar la mente, encontrar el equilibrio ni nada.
Entiendo que personas sin fe o con la fe dormida, anestesiada o seca por falta de cuidados necesiten buscar donde sea, ¡tiene mucho sentido! A lo que no le veo sentido es a que una vez recuperada o encontrada la fe, la persona no la cuide con mimo, no la practique como Dios manda o sigua buscando en otras fuentes a ver qué le va bien.
Eso no quiere decir que sólo me junte con personas que piensan como yo, ¡qué va! Tengo una vecina que se apunta a todo lo que va saliendo, hace todos los cursos y todas las dietas, se curra a fondo las técnicas de relajación y de respiración… Y nos llevamos bien, nos pedimos el azúcar y la sal cuando nos hace falta, nos cuidamos las mascotas y nos regamos las plantas, de vez en cuando pegamos la hebra en el descansillo y todo genial. Pero te digo una cosa: va de curso en curso y de taller en taller. No termina de encontrar lo que está buscando: la auténtica y duradera paz interior.
Qué le vamos a hacer, lo que no entiendo no lo entiendo y no voy a decir que lo entiendo. Tengo la suerte de haber conocido al Señor y no lo cambio por ninguna filosofía ni ninguna técnica alternativa. Te deseo lo mismo.
Ya lo dijo Santa Teresa de Jesús hace 600 años: QUIEN A DIOS TIENE NADA LE FALTA, SÓLO DIOS BASTA.
Y para que veas lo maja que soy, te lo digo con música a cargo del Grupo Betsaida.