Una vez más, Manos Unidas y su Campaña contra el Hambre llama a las puertas de nuestro corazón. El lema de este año: "No hay justicia sin igualdad". Nos recuerda que la solución de la pobreza no está en la mera técnica, sino que necesita, como nos dice Benedicto XVI, "hombres y mujeres que vivan en profundidad la fraternidad y sean capaces de acompañar a las personas, a las familias y comunidades en el camino de un auténtico desarrollo humano". Desde nuestra pequeña atalaya, podremos contemplar siempre esas tres clases de hambre:

1. Hambre de pan, porque son muchas las personas, inmensas las muchedumbres, que no tienen nada que comer, ni un salario mínimo, ni una vida con las mínimas condiciones para que sea digna.

2. Hambre de valores humanos: de justicia, de trabajo, de amistad, de respeto, de acceso a la educación, a una vivienda digna, a una familia estable.

3. Hambre de valores sobrenaturales: de amor, de fraternidad, de solidaridad, de autenticidad, de generosidad, de Dios.

Ante esta realidad, hoy, Jesús tambien nos interpela: "Dadles vosotros de comer", porque Él quiere que compartamos lo que tenemos y lo pongamos al servicio de los demás con desprendimiento y generosidad. Así, con la colaboración de todos, se podría realizar el milagro de saciar a la multitud.

Y la sencilla plegaria, de siempre: "Señor, da pan a los que tienen hambre, y hambre a los que tienen pan".