Me contaban hace poco que un joven ha preguntado a tres sacerdotes de tres parroquias diferentes de su diócesis si podía ponerse a las puertas de la iglesia con una mesa y recoger firmas para la campaña "Uno de nosotros" que trata de articular una iniciativa legislativa Popular en la UE para la protección de la dignidad humana desde su pricipio y hasta su muerte natural. (Firme aquí)
Dos de los tres le dijeron que no, en una suerte de emulación de la parábola del samaritano.
Benedicto XVI ha sumado en el día de ayer su voz a este esfuerzo internacional. El Santo Padre ha dicho: “Deseo éxitos a la iniciativa denominada “Uno de nosotros” -¡gracias!- a fin de que Europa sea siempre lugar donde cada ser humano sea tutelado en su dignidad”.
Una declaración tan sencilla, tan humana, tan normal, es la esperable de cualquier obispo ante una iniciativa laica, ciudadana y política (en el mejor sentido del término) que confluye con los intereses de la Iglesia.
Sin embargo, desde que se presentara la inicitiva en España, no han sido muchas las voces notorias, al menos las que a mí se me alcanzan, que desde las sedes apostólicas hayan alzado su voz a la colaboración con esta inicitativa.
No pido, ni mucho menos, que el episcopado haya de avalar cada iniciativa laical. Para eso tenemos los laicos nuestro ámbito propio de actuación en el que no es necesaria (y muchas veces ni siquiera conveniente) la intervención directa o indirecta del episcopado.
Pero sí se echa en falta a veces un "adelante" o un simple "deseo éxitos" como el pronunciado por Benedicto XVI. Tal vez así, en vez de obtener portazos 2 de cada 3 veces, quienes se afanan en esta noble tarea encuentren paso libre bajo los dinteles.