La mirada de Dios es la que ha dado vida al universo. Decir que “es una mirada que da vida”, confieso que es una afirmación cuyo pensamiento me infunde una grande ilusión. Porque hay unos textos que siempre me han tocado espiritualmente al inicio del Génesis, es decir, al inicio de la Biblia. Se nos habla de la mirada de Dios que da vida a todo en la creación. Veámoslo: “Y llamó Dos al suelo seco “tierra”, y al cúmulo de las aguas llamó “mares”, vio Dios que estaba bien”.Crea la vegetación, hierbas y árboles con sus semillas, “Y vio Dios que estaba bien”. Y llegan los luceros, y “se .aparta la luz de la oscuridad y vio Dios que estaba bien”. Aparecen los peces y las aves “y vio Dios que estaba bien”. Y crea en la tierra “animales vivientes de cada especie y vio Dios que estaba bien”...
Llega el momento sublime: “Creo, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios los creó, macho y hembra los creó”…”Vio Dios cuanto había hecho, y toodo estaba muy bien”..Agradezcamos al Dios infinito que, afirmando de toda la creación que “estaba bien”, tras crear al hombre, añade un “todo” estaba “muy bien”.
Apropósito de este texto, suelo insistir en que no podemos pasar por alto que, en la creación, Dios pone toda su inteligencia. Tanta, que tras tantos siglos de investigación de los científicos y, a pesar de los y, a pesar de los evidentes avances en los medios de investigación, no podemos llegar a comprender todo cuento Él hizo.
Pero me importa mucho ese “ritornello” de Dios, en cada momento de la creación: “vio que estaba bien”. Insiste en que, además de su inmensa inteligencia, ponía bondad en todas las cosas. Estaban “bien” porque estaban hechas con su bondad.
Ello nos obliga a poner no sólo inteligencia en nuestras realizaciones, desde las más simples, hasta las más inteligentes, sino añadir la bondad , y abstenernos de lo que no sería bueno. La justicia, la paz y el desarrollo verdaderamente “humano” de nuestra cultura dependen de vigilar la bondad de lo que realizamos.
Hay una realidad teológica notoria, que quizás ningún creyente niega, pero que pienso que es olvidada por muchos. Aparece en diversos lugares de la Escritura, pero la que más me impresiona -y es objeto frecuente de mi oración personal- está al inicio de la carta a los Efesios. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos en Cristo, por cuanto nos ha elegido en Él antes de la creación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia en el amor”.
Son muchos los que se creen ser amados del buen Dios de su nacimiento, cuanto lo cierto es que no nos ama por haber nacido, sino que nacimos, cuando nada éramos para nadie, cuando nada existía, ya éramos un pensamiento ilusionado del Padre. Es la infinita fuerza de una mirada de Dios, acerca de nuestra futura existencia, que la ha hecho posible. Es, en fin, una mirada que da vida. Pero una mirada absolutamente decisiva para mi existir actual. Pienso que, aunque no hubiera otra razón para amarle, esta bastaría para que intentáramos amarle de todo corazón e intentar “ser santos e inmaculados en su presencia por amor”.
Recuerdo un gran cristiano y gran poeta, Dámaso Alonso, que sí que tenía conciencia de ese ser suyo, anterior al tiempo, y que se lo agradece a Dios: :”Qué soledad: Dios, solo. Solamente Dios y la Nada. En el espacio ardía el no-tiempo. Letal monotonía el Dios y su vacío frente a frente. ¡Ah, no!: en su mente, rosa en botón, la creación latía. Todo futuro ser, dentro, bullía. (Ya Dámaso era allí chispita ardiente) Siglos…¡Mi día! Y amo canto y pienso, yo de Dios, ante Dios. Destino inmenso Él y yo de hito en hito, Dios y yo”.
Si ese pensamiento fue para nosotros. nuestro amanecer, nuestra mañana, quisiéramos, como expresó Maurice Blondel, “conservar siempre por la tarde la frescura de la mañana”.
Y, aunque hablaremos de ello más despacio otro día, digamos ya que ese amor de Dios es el fundamento del apostolado. También es Blondel quien afirma: “¿Cómo presentar el cristianismo?”, pregunta usted: Una sola respuesta: Como usted lo viva. “¿Cómo presentar a Cristo?” Como usted los ame. –“¿Cómo hablar de la fe? Según lo que sea para usted".
No olvidemos que esa mirada “que da vida”, lo hace también cuando algo falla en nosotros, por algo le decimos: “Aparte de mi pecado tu vista” borra en mí toda culpa. No me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu” (Sal.20).