Ninguno recordábamos exactamente como se llamba, probablemente María Algo. Tampoco hacía mucha falta, salvo para dirigirse directamente a ella, porque su aspecto de muñeca infantil, delgadísima, elegante, conjuntosa y tan peinada que parecía porcelana la designaba sin problemas: Barbie, una señora bien que sabe estar y se viste estupendamente (porque puede, todo hay que decirlo) .
No obstante, dicho ésto y contra lo que parece espontáneo suponer, Barbie no es idiota sino una gran mujer sincera, sin dobleces, aguda, comprensiva, inteligente y con unas reacciones de la mejor calidad. Una joya.
Lo que pasa es que nadie es perfecto. Barbie no se da chutes ni fuma ni se atiborra a pastillas, pero vivía en permanente estado de ansiedad. Nunca hemos tenido suficiente confianza para preguntar por qué, pero la ansiedad es terrible y se manifiesta en síntomas físicos. Buena parte de esa silueta evanescente de Barbie se debe probablemente a lo delgada que está de pura ansiedad.
Cuando empezamos con el libro de las piedras, Barbie nos pidió algo para la ansiedad, y a bote pronto respondimos que no como niños, cuando lo que debíamos haber dicho es que no lo sabíamos. La verdad es Santa Hildegarda no habla de ansiedad para nada, sino de Angst, palabra que se parece mucho pero que solo es la forma alemana de decir miedo. Pero la ansiedad de nuestras compatriotas no es miedo, sino otra cosa diferente, y mucho peor, más mordaz y a la vez más sutil.
Más adelante, y a medida que fuimos internándonos en este mundo de piedras, la dimos un ágata y una calcedonia para que probara, que Barbie se apresuró a ponerse dentro del suje en contacto con la piel. Dos semanas después nos dijo que aquello ni fu ni fa, y que seguía con su angustia.
Pero entretanto ya habíamos reparado en que Santa Hildegarda dice que el que está oprimido por la tristeza, lo mire fijamente y se lo ponga enseguida en la boca, y cesará la opresión de su mente, y esta opresión de la mente es una de las características típicas y más desagradables de la ansiedad. Barbie se lo puso, y menos mal que nos interesamos a la vuelta del verano, porque a ella no se le había ocurrido decirnos cómo le iba: su ansiedad había desaparecido y estaba tan contenta.
Santa Hildegarda dice que el ónice tiene gran poder contra las enfermedades que "nacen" del aire; aclara los ojos que por cualquier razón se han enturbiado; quita el dolor de costado y de corazón; purga y sana el estómago; sana el bazo, quita suavemente la fiebre y (aunque ésto no va a necesitarlo la mayoría de los lectores) mejora los bueyes aquejados de epidemia.
El Dr Strehlow ("Die Edelstein Heilkunde...) lo recomienda para los ojos azules sensibles, las anginas de pecho desencadenadas por bruscos cambios de tiempo, todas las dolencias estomacales y del bazo, fiebres y depresión, y aporta un caso clínico interesante: "Sobre todo en invierno y con las primeras nieves me duele el corazón, dolor que me baja por el brazo y me preocupa, para lo cual siempre tengo preparado caldo de gallina y vino de ónice. Llevo además un collar de ónice que me quita la tristeza; el collar negro sienta muy bien a mi piel blanca y neutraliza mi miedo y mis pensamientos negativos...".
Hoy llamamos generalmente ónice al cuarzo negro microcristalino que presenta bandas blancas, pero no siempre ha sido así. Según Gienger, en el pasado llamaban ónice a lo que hoy llamamos ágata (cuarzo de bandas concéntricas); y para complicar más el asunto, todavía hoy se llama ónice a cierto tipo de mármol jaspeado, a manchas, que es un género de piedra absolutamente distinto que está compuesto de calcita. Por otra parte, un ónice sin bandas blancas, solamente negro, podría confundirse con el azabache, pero no si ambos están juntos, porque el ónice tiene más brillo, y el azabache un negro más macizo.
Pero en lo que se refiere a curar, podemos tener razonable seguridad en que el ónice negro funciona bien en caso de ansiedad. Que no es poco.
José María Sánchez de Toca y Rafael Renedo Hijarrubia
(Más sobre piedras en Santa Hildegarda de Bingen, , 2012; y en el Libro Cuarto de la Physica de Santa Hildegarda, www.hildegardiana.es)