La noticia ya la conocen Vds. Entre otros medios la ha publicado también el nuestro, Religión en Libertad: una carrera en la que el seguro ganador, un corredor keniata, se despista, se va por otro camino, y un corredor español, Iván Fernández, que, percatado del error, se va por él y lo repone en la senda, dejándole ganar la carrera que, de no haber cometido el error, habría ganado seguro. Por cierto, acompañada de una interesantísima encuesta en la que comentando el gesto, les preguntan a Vds. qué habrían hecho en tesitura tal, y les proponen tres opciones muy bien traídas:
1. Lo mismo: avisar de su error a quien me llevaba la delantera.
2. Adelantarle: equivocarse también forma parte de la competición.
3. Dependería de si él suele ser buen compañero con los demás.
Yo he votado la segunda: “adelantarle: equivocarse también forma parte de la competición”. Cuando la voté, llevaba apenas un 25% de los votos; cuando vuelvo a consultar el plebiscito sobre las 17:45 hs. de ayer, el 25 se ha convertido en un 38%.
Y es verdad: equivocarse forma parte también de la competición. La competición es muchas cosas: es, para empezar, estar dotado por la naturaleza con las cualidades necesarias para destacar en algo: a nadie se le ocurre intentar ser el mejor baloncestista del mundo cuando se mide metro cincuenta. En segundo lugar, el trabajo diario de entrenamiento y de mejora, que permite sacar a las cualidades innatas el mejor rendimiento. Y en tercer lugar, la mentalidad del ganador, que es la que hace que por ejemplo, Nadal haya sido el gran campeón que es y Del Potro, de quien dicen algunos -con los que no estoy de acuerdo- que está mejor dotado, no. Esa mentalidad del ganador incluye también la concentración precisa para hacer en cada momento lo que hay que hacer, y si no se tienen (mentalidad y concentración), entonces no se es un campeón.
Yo recuerdo la trayectoria de un gran deportista que tuvo España, uno de los mejores en una época en que eran pocos los españoles que destacaban en ese mundo extraño que era para nosotros la alta competición. Hombre además muy simpático y comunicativo, condiciones que han hecho posible que hoy sea uno de los grandes comentaristas de ciclismo de nuestro país: Perico Delgado. Pues bien, en una etapa del Tour se fue por un camino que no era y el que venía detrás lo sobrepasó y le birló la etapa. En otro Tour diferente… ¡¡¡llegó 2 minutos 40 segundos tarde a la etapa contrarreloj inicial!!! La depresión le hizo perder al día siguiente otros 4 minutos 32 segundos, que acumulaban un total de 7 minutos 12 segundos. En aquel Tour, el simpar y simpático Perico quedó tercero, a sólo 3,34 del ganador Greg Lemond, lo que quiere decir que de no haber mediado tantos errores, Delgado lo habría ganado de calle con una cómoda ventaja de 3 minutos 38 segundos, más de lo que, de hecho, le sacó a él el vencedor por no caer en sus infantiles despistes. Y a nadie se le ocurrió nunca reprocharle a Lemond que ganara la Grande Boucle con esa ventaja inesperada… Como iba nadie a hacerlo… ¡¡¡si no había nada que reprochar!!!
Por lo que respecta al caso que nos ocupa, el de nuestro caballeroso Fernández y el keniata despistado, hay otra cuestión que tampoco es baladí y que también se ha de tomar en consideración: Iván dio parte de lo que era suyo, es decir, la victoria en la carrera. Pero con su gesto, dio también parte de lo que no era suyo, a saber, el segundo puesto del que quedó tercero, el tercero del que quedó cuarto, etc. etc. etc. Parecida ligereza a la que comete en una cola quien deja pasar a alguien que sólo le ha pedido el favor a él, sin pedírselo también a todos los que van detrás de aquél que lo concede.
Valorando mucho el gesto de Iván, que revela indiscutible caballerosidad y bonhomía, la respuesta no puede ser sino un claro “no”. Votando en conciencia, sólo en conciencia, fíjense Vds., sin entrar para nada en cuestiones pecuniarias, clasificatorias o de conveniencia, en la piel de Iván yo no habría dejado ganar al keniata. Tenía el africano las mejores condiciones innatas, un 10; posiblemente, era también el que mejor había entrenado, otro 10; le faltó concentración y mentalidad de campeón, un 4. Todo junto, 24. Todos aquéllos que tenían más de 24, debieron terminar por delante de él. Y por supuesto, Fernández.
Ser campeón no es sólo merecerlo, o ser el que mejor capacitado está, o ser el que más ha entrenado. Es también serlo, demostrarlo, ejercitarlo, imponerlo, patentizarlo… ¡¡¡creérselo en definitiva!!! Y todo esto también es ética.
©L.A.
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