Cuando publiqué el artículo titulado “Del cisma de occidente” (), un amable lector que firmaba como Francisco Cortez dejaba este comentario al final del mismo, refiriéndose a uno de los protagonistas del evento
“Me parece que hay un error histórico. Por razones desconocidas, Alejandro V sí es considerado Papa legítimo. Algo pasó para que entrara en la línea legítima, a pesar de ser el papa pisano”.
Lo que nos da pie para, a nuestra vez, describir el extraño caso de Alejandro V, -Pietro Philarghi, en realidad-, que aunque uno más de los antipapas del Cisma de Occidente, hizo sin embargo correr el ordinal, de modo y manera que en un caso singular de la historia papal, su predecesor en el nombre fue Alejandro IV, que reinó entre 1254 y 1261, y su sucesor en el mismo fue Alejandro VI, el Papa Borgia, uno de los tres papas españoles, que reinó entre 1492 y 1503, sin que hubiera sido, él mismo, papa.
Pietro Pilarghi nace hacia 1339 en la isla de Creta (Candia), de humilde cuna como suele decirse, aunque su fina inteligencia le lleva primero a ganarse el favor de un fraile capuchino que le proporciona educación y cuyo ejemplo le llevó a vestir él también el hábito franciscano, y luego a estudiar en las mejores universidades de su época, concretamente en Oxford y en París, ciudad ésta última en la que además ejercerá como profesor, como predicador y como escritor, ya que es autor de un comentario sobre las “Sentencias” de Pedro Lombardo.
Pietro “se inicia” en el Cisma de Occidente en el bando del Papa Urbano VI (1375-89), considerado el legítimo. Puesto al servicio de Giovanni Galeazzo Visconti, Duque de Milán, el favor de éste le lleva a ser consagrado obispo de Piacenza en 1386; de Vicenza en 1387; de Navoya en 1389; y arzobispo de Milán en 1402. En 1405, Inocencio VII lo hace cardenal y legado papal en la Lombardía en la que gobiernan los Visconti.
Pilarghi militará, sin embargo, entre los que decepcionados con el sucesor de Inocencio VII, todavía en la línea legítima, Gregorio XII, le retira su apoyo, y si bien éste intenta despojarle de sus honores, Pilarghi consigue participar en el Concilio de Pisa que se abre el 25 de marzo de 1409, donde se erige en el hombre clave, pronunciando el sermón de apertura, presidiendo las deliberaciones, y hasta siendo elegido pontífice con el apoyo de muchos de los más importantes reinos de la cristiandad, Francia, Inglaterra, Portugal, Bohemia, Prusia, unos pocos países germánicos y los reinos italianos. Todo lo cual acontece el 26 junio de 1409. Una solución que, sin embargo, lejos de reducir las dos sillas papales vigentes, la de Bonifacio IX y la de Gregorio XII, a una, sólo consigue aumentarlas a tres, añadiendo ahora la del propio Pilarghi, que elige para reinar el nombre de Alejandro, Alejandro V, y como residencia Bolonia.
Las esperanzas puestas en él pronto se ven, sin embargo, decepcionadas. Amén de que, efectivamente, no consigue poner fin al Cisma, su pontificado, si lo podemos llamara así, viene marcado por sus infructuosos intentos de entrar en Roma, bajo el poder de Ladislao de Nápoles, el cual continúa apoyando a Gregorio XII, y sobre todo, por su escasa duración, ya que Alejandro V apenas reina diez meses.
Muerto en Bolonia el 3 de mayo de 1410, conjeturablemente envenenado por quien será su sucesor en una de las tres sillas de Pedro, Baldassare Cossa que reinará como Juan XXIII, -una de esas autopsias papales, o en este caso, antipapales, que tan gratas serían a los historiadores- sus restos serán sepultados en la iglesia de San Francesco, en Bologna.
Muerto Alejandro V, el llamado Cisma de Occidente todavía habrá de esperar siete años largos para obtener una solución adecuada, con la elección para el trono romano de Otto Colonna, que reinará como Martín V, y a quien también habremos de referirnos algún día.
Si Alejandro fue papa o antipapa sigue siendo una de las grandes preguntas de la historia de la Iglesia. A favor de la legitimidad de su pontificado opera el hecho de haber sido respetado su ordinal por el papa que le siguió en el nombre, que por otro lado, no tardó mucho tiempo en hacerlo, menos de un siglo. También una serie de hechos tangenciales, como por ejemplo, la restauración que de su tumba hará en 1889 el Papa León XIII, en una nueva manifestación de respeto por parte de la magistratura, o el de que en la llamada Gerarchia Cattolica, obra no oficial que contiene una lista de los papas anteriores a 1906, Alejandro aparezca de facto como el papa 211 de la Iglesia.
En la tesis contraria, la del antipapado alejandrino, cabe esgrimir que mientras duró, es decir, entre el 25 de marzo de 1409 y el 3 de mayo de 1410, la Iglesia registra el papado auténtico de Gregorio XII, en el cual no consta abdicación alguna durante los meses en los que Alejandro V reinaba desde Pisa y Bolonia. Reconocer a Alejandro V como papa sería tanto como admitir la coexistencia de dos papados, cosa que Roma no ha hecho nunca.
Por mi parte, poco más: agradecer al comentarista Francisco Cortez por haber suscitado tan interesante cuestión, y esperar haber dado respuesta si no cumplida sí, al menos, bastante, a su curiosidad.
©L.A.
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