Como sabemos, existe un orden espiritual y un orden material…, y así como todo el mundo acepta reconoce y tiene una clara idea de lo que es el orden de la materia, esencialmente porque la contemplan los ojos de su cara, no es así con respecto al orden del espíritu cuyas manifestaciones directamente no pueden contemplar los ojos de nuestras caras, aunque si las consecuencias o frutos de este orden espiritual que muchas veces transcienden al orden material  y lo conforma. Son los llamados fenómenos sicosomáticos, que cualquier médico tiene experiencias de ellos.

            Dios, los ángeles y todo el conjunto de su gloria, pertenecen al orden del espíritu, incluidos los demonios y los humanos reprobados, pues al no haber alcanzado su glorificación, su cuerpo terrenal en la tierra quedó y en cuanto a su posible cuerpo glorioso nunca lo van a alcanzar. El orden espiritual, es una categoría totalmente superior al orden de la materia, entre otras simples razones, porque fue Dios, Espíritu puro, el creador de la materia y no fue la materia la que creó el orden espiritual. Existe una importante diferencia entre uno y otro orden. El orden espiritual es eterno, porque es simple no puede descomponerse y por ello es incorruptible. El orden de la materia es caduco, le afecta el paso de tiempo, porque es caduco y compuesto. Al ser compuesto es corruptible. Prueba de lo dicho es que todas las constelaciones de estrellas y planetas existentes llegará un día, aunque este sea dentro de millones de años, en que desaparecerán, como ya otros planetas y estrellas ya han desaparecido, convertidos en agujeros negros, tal como nos lo señalan los astrónomos.

            Nosotros como todo el mundo sabe, tenemos cuerpo y alma, y ambos tienen sus sentidos sensoriales, los del cuerpo están preparados para aceptar las realidades materiales y no pueden captar las realidades espirituales. Los sentidos sensoriales del alma pueden captar las realidades espirituales y para esto están. El problema radica, en que la mayoría de las personas no captan las realidades espirituales, porque nunca se han preocupado de desarrollar los sentidos sensoriales de su alma. Si no hubiésemos desarrollado, a su debido tiempo, los sentidos sensoriales de nuestro cuerpo, careceríamos de ellos. Así y todo, no todas las personas gozan de la plenitud de los cinco sentidos corporales, pues como sabemos existen ciegos, sordos, mudos… Y es muchas veces difícil, lograr que estas personas recuperen sentidos que al no desarrollarse correctamente quedaron atrofiados.

           Existe una enorme ventaja de los sentidos sensoriales de nuestra alma, sobre los de nuestro cuerpo, y es que aunque no estén desarrollados, cualquiera que sea la edad que se tenga, siempre hay posibilidad de desarrollarlos. El desarrollo de estos sentidos sensoriales del alma, es lo que se conoce con el nombre, de desarrollo espiritual del alma. En la medida en que por razón de amor y entrega nuestra al Señor, vaya aumentando el desarrollo espiritual de nuestra alma irán afinándose los sentidos sensoriales de ella y en especial los denominados ojos del alma. Dicho en palabras evangélicas, cualquier persona tenga la edad que tenga, puede si lo desea ir a la viña del Señor, y empezar a trabajar allí, donde la intensidad con que se ame es mucho más importante que el tiempo que allí se éste.

            No son muchas las personas que alcanzan un gran desarrollo en los sentidos sensoriales de su  alma, pero las hay con una gran capacidad de captación y visión de los problemas de orden espiritual que se le plantean. De aquí que existan y siguen existiendo, extraordinarios confesores y sobre todo maestros espirituales que tiene el don, de leer en los corazones de sus pupilos y aconsejarlos de forma extraordinaria. Se cuenta del Santo cura de Ars, que siempre tenía una gran fila de personas para confesarse y que más de una vez al ir al confesionario iba mirando a las personas que se iban a confesar con él. De pronto se quedaba parado delante de una persona desconocida para él y le decía: Vd. no espere pase el primero que lo necesita confesarse con más urgencia que todos los demás. Es indudable que tenía la capacidad de ver el interior de las almas. Los ojos de su alma podían ver las almas de otros.

            Porque de la misma forma que los ojos de nuestra cara, tiene la capacidad de ver la materia y en especial la cara y el cuerpo de los demás, también hay almas que dado su grado de desarrollo espiritual son capaces de ver las almas de los demás. Sobre este tema además de lo ya dicho sobre el Santo cura de Ars, hay otros ejemplos uno muy reciente, como es el del capuchino San Pio de Pieltrecina.

             Si alcancemos o llegásemos a tener la facultad de ver las almas de los demás, quedaríamos fascinados de la belleza y sobrecogidos de repugnancia, según el alma de la persona que contemplásemos. Santa Catalina de Siena, escribe que una vez el Señor le manifestó: “Hija mía, si te mostrara la belleza de un alma en gracia, sería la última cosa que verías en este mundo, porque el resplandor de su hermosura te haría morir”. Por su parte Fulton Sheen escribía: “Hay más diferencia entre dos almas de esta tierra, una en estado de gracia y la otra no, de la que hay entre dos almas, una en estado de gracia en esta vida y la otra disfrutando de la bienaventuranza del cielo. La razón es que la gracia es el germen de la gloria, y algún día florecerá en gloria, así como la bellota algún día se transformará en roble. Pero el alma que no está en gracia no posee estas potencialidades”            .

             En el Evangelio de San Mateo podemos leer las palabras del Señor, que nos dejó dicho: “Cuando el espíritu impuro sale de un hombre, vaga por lugares desiertos en busca de reposo, y al no encontrarlo, piensa: “Volveré a mi casa, de donde salí”. Cuando llega, la encuentra vacía, barrida y ordenada.  Entonces va a buscar a otros siete espíritus peores que él; vienen y se instalan allí. Y al final, ese hombre se encuentra peor que al principio. Así sucederá con esta generación malvada”. (Mt 12,43-45).

             Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

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