Que es posible cambiar de opiniones, de convicciones y de forma de vida, es algo que casi a diario nos recuerda ReL. Y no se trata de que el ser humano esté sujeto a girar cual veleta en función del viento que más sople.
Algunos recordarán cómo se desempeñaba Salvador Sostres en la mesa de "debate" de Crónicas Marcianas. Otros, algunos de sus polémicos escritos en los que ha señalado sin ambages algo tan alejado de la realidad como que "en Barcelona queda muy hortera hablar en español, yo solo lo hablo con la criada y con algunos empleados. Es de pobres y de horteras, de analfabetos y de gente de poco nivel hablar un idioma que hace un ruido tan espantoso para pronunciar la jota".
Más sonada, si cabe, fueron sus referencias sexuales, escandalosas, en los momentos previos al inicio de una tertulia televisiva grabados a traición (lo que no afecta a su gravedad) y filtrados a medios antagónicos.
Y en este recorrido, llegamos a un reciente artículo en El Mundo en el que ha realizado una defensa cabal de la indisolubilidad del matrimonio, que le ha llevado, nada menos, que a la sección "Gentes" del semanario de la archidiócesis de Madrid, donde sueñen destacarse afortunadas frases de personajes públicos.
Desconozco por completo los entresijos del alma y el pensamiento de Sostres. Pero sospecho con empeño que tal vez, haya mudado algo del equipaje en su recorrido desde los histrionismos de Crónicas Marcianas a las páginas de Alfa y Omega.
Es un extraño viaje, sí. Quiero pensar que además es esperanzador. Sólo Dios lo sabe.