Estos son dos temas que en la vida espiritual se relacionan frecuentemente. Y el nexo de relación se encuentra en la fe. El temor se tiene cuando esperamos un mal de alguien o de algo. Por lo tanto hablar de temor de Dios, cuando se piensa que este no existe, no tiene sentido. El temor a Dios solo puede tenerlo el que cree que Dios existe  y teme su castigo, si incumple sus mandamientos. Pero esto es fruto de un desconocimiento de quien es Dios, pues Él es solo amor y nada más que amor (1Jn 4,16). A esta afirmación habrá quien objete diciendo: Pero acaso cuando condena a un alma al infierno, ¿No está castigando? Pues no, Él no castiga nunca, el alma condenada se va solita al infierno por su propia voluntad, sin que nadie la obligue.

             Y ¿como es posible esto? Pues muy sencillo. Todos, y al decir todos, digo absolutamente todo el mundo, creyentes y no creyentes, católicos y creyentes en otras religiones, ateos, agnósticos… en fin todo el mundo vivimos en un círculo o ámbito de amor, como protegidos por el paraguas del amor de Dios. Es este un ámbito de amor y fuera de él, solo hay un vacío que cuando se hace, inmediatamente queda  relleno por la antítesis del amor que es el odio. A lo largo de nuestras vidas Dios no ha cesado en ningún momento de ofrecernos su amor y hasta el último momento nos lo estará ofreciendo, pero si no lo aceptamos saldremos por nuestra propia voluntad del ámbito de amor del Señor, nos salimos del paraguas que nos protege. La consecuencia inmediata será que habremos perdido la capacidad de amar, nuestra naturaleza habrá cambiado, seremos incapaces de amar solo de odiar y solos nos iremos al infierno, sin que nadie nos obligue, al único lugar donde está el reino del odio y las tinieblas. San Pablo le escribía a los filipenses diciéndoles: “Por eso, queridos míos, ustedes que siempre me han obedecido, trabajen por su salvación con temor y temblor, no solamente cuando estoy entre ustedes, sino mucho más ahora que estoy ausente”. (Flp 2,12).

             El Catecismo de la Iglesia católica en su parágrafo 1.828, nos dice: "La práctica de la vida moral animada por la caridad da al cristiano la libertad espiritual de los hijos de Dios. Este no se halla ante Dios como un esclavo, en el temor servil, ni como el mercenario en busca de un jornal, sino como un hijo que responde al amor del "que nos amó primero" (1 Jn 4,19): O nos apartamos del mal por temor del castigo y estamos en la disposición del esclavo, o buscamos el incentivo de la recompensa y nos parecemos a mercenarios, o finalmente obedecemos por el bien mismo del amor del que manda... y entonces estamos en la disposición de hijos (LG 12)”.  

             Existen varias clases de temor de Dios. Para Slawomir Biela, el temor de Dios, es una rica expresión bíblica que constituye el fundamento de toda actitud religiosa auténtica. Tiene muy poco que ver con el común miedo a Dios que expresa el sentimiento del hombre ante la presencia sobrecogedora del misterio que lo trasciende y ante el cual se abisma en su pequeñez… El Temor reverencial en cambio es la actitud normal del creyente ante las manifestaciones de Dios. Comporta modalidades diversas que conducen al hombre hacia una fe más profunda”. El temor de Dios, es un Don divino, es el último de los siete dones jerarquizados como dones del Espíritu Santo. Royo Marín lo define diciendo: “Que es un habito sobrenatural por el cual, el justo bajo el instinto del Espíritu Santo y dominado por un sentimiento reverencial hacia la majestad de Dios, adquiere docilidad especial para apartarse del pecado y someterse totalmente a la divina voluntad”.

             San Juan nos decía: “En el amor no hay lugar para el temor: al contrario, el amor perfecto elimina el temor, porque el temor supone un castigo, y el que teme no ha llegado a la plenitud del amor”. (1Jn 4,18). Y así es y como es lógico, no le falta la razón a San Juan, pero el caso es que nos encontramos todos, o al menos yo personalmente muy lejos de esa situación. ¡No dice nada! Alcanzar la plenitud del amor. El Abad benedictino Benedikt Baur, escribe diciéndonos: “Es verdad que la devoción fundada en el amor debe anteponerse a la fundada en el temor; pero sería una exageración insana el querer considerar únicamente justificada la devoción de amor puro”.  Es indudable que en la espiritualidad moderna, el amor a Dios, le ha ganado terreno, al santo temor a Él. Santa Teresa de Lisieux, es la gran abanderada de esta corriente. Pero si Dios nos ha dado este don del Santo Temor, los que lo tenemos por alguna razón será. Dios solo da este don a aquellos que creen en su existencia, pero cuando el que cree firmemente en su existencia, tarde o temprano se desborda en amor a El, y entonces el don del temor de Dios sin dejar de existir en estas almas, se modifica por el impulso del amor a Dios, diríamos que el que ama cuanto más ama, cada vez va temiendo menos temor. Así, San Agustín ya escribía: “El temor es más fuerte en los que están lejos, menor en los que se acercan y nulo en los que llegan”.

             Es muy largo el camino que hay que recorrer para llegar a la plenitud de amor que nos menciona San Juan evangelista. El temor es un seguro contra la debilidad. En general, será ante todo el temor el que nos asegure contra los pecados del porvenir. Blosio nos recomienda: “Ten un moderado temor, sabiendo que Dios ve en ti muchas faltas, aunque tú no veas ninguna. Teme y atribuye a tus pecados los trabajos que padeces y confiesa que los merecías mayores, en modo alguno pienses que Dios no te ama por esos azotes que te envía”.

             No hay duda de que el amor perfecto destierra el temor, pero hasta que lleguemos a esa situación es muy bueno disponer del Santo temor, que es un don que Dios da a los que quieren amarle más. Es un gran peligro querer ser liberados de todo temor por otro camino que no sea el del amor pleno y perfecto y mientras esperamos a que esto nos llegue, solo hay un procedimiento de acortar la espera, que es amar más y más, cada día de nuestra vida.

             Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

               Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.

Libro. LA SED DE DIOS.- www.readontime.com/isbn=9788461316281 
§  Verdaderamente, ¿yo amo a Dios? Glosa del 28-07-10
§  ¿Es puro nuestro amor? Glosa del 14-09-10
§  Sin amor es imposible. Glosa del 14-10-10
§  ¿Qué hacer para amarte, Señor? Glosa del 11-12-10
§  Todo lo puede, el que ama al Señor. Glosa del 29-12-10
§  Ensanchad el corazón. Glosa del 21-10-11
§  ¿Qué es amar? Glosa del 26-12-11
§  Nuestros deseos de amar a Dios. Glosa del 23-01-12
§  Querer tener deseos de amarte, Señor. Glosa del 19-12-10
§  Señor, ¿qué más puedo hacer yo por Tí? Glosa del 15-01-12
§  ¿Amo yo al Señor de verdad? Glosa del 05-10-12
§  Generosidad en el amor al Señor. Glosa del 08-12-11
§  Generosidad en el amor. Glosa del 25-10-11

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