“El pueblo estaba en expectación y todos se preguntaban si no sería Juan el mesías; él tomó la palabra y dijo: ‘Yo os bautizo con agua, pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.” (Lc 3, 1516)
Aunque en la mayor parte de los casos, la experiencia del cristiano de hoy es la de sentirse ridiculizado por serlo, a veces se encuentran situaciones diferentes. Hay personas que te dicen que te envidian por tu fe, pues saben que gracias a ella tienes más fuerza, más luz, más esperanza y menos soledad. Dejando aparte el misterio de la fe, que es un don, se les puede decir a los que así nos interpelan que para encontrar algo hay que buscarlo y que una forma de buscarlo es empezar a practicar. Si es la práctica la que hace maestros en todos los oficios, ¿no ocurrirá lo mismo con la fe? ¿no es cierto que cuando se deja de practicar se termina por enfriar el alma y a veces hasta se pierde la fe?. Entonces, ¿por qué no podrá suceder lo mismo si actuamos al contrario?.
En realidad, el mayor enemigo de la fe no es ni los argumentos sobre la existencia del mal en el mundo ni ninguna otra cuestión filosófica. Ni siquiera el hecho de que la fe te da una conciencia moral que es muy fastidiosa. El mayor enemigo de la fe es la pereza, la comodidad. ¡Cuántos cristianos hay que dicen que no van a misa porque se aburren, mientras que les bastaría con desplazarse unos kilómetros de su domicilio para encontrar una parroquia viva, en la cual las misas dominicales no sean aburridas! Pero prefieren decir que la misa es un rollo y utilizar esta excusa para dejar de ir a misa.
El que busca encuentra y el que de verdad quiere encontrar a Cristo, lo busca, como buscaban a Juan aquellas gentes que estaban “en expectación” porque pensaban que él era el Mesías.
http://www.magnificat.tv/es/node/2730/205
Aunque en la mayor parte de los casos, la experiencia del cristiano de hoy es la de sentirse ridiculizado por serlo, a veces se encuentran situaciones diferentes. Hay personas que te dicen que te envidian por tu fe, pues saben que gracias a ella tienes más fuerza, más luz, más esperanza y menos soledad. Dejando aparte el misterio de la fe, que es un don, se les puede decir a los que así nos interpelan que para encontrar algo hay que buscarlo y que una forma de buscarlo es empezar a practicar. Si es la práctica la que hace maestros en todos los oficios, ¿no ocurrirá lo mismo con la fe? ¿no es cierto que cuando se deja de practicar se termina por enfriar el alma y a veces hasta se pierde la fe?. Entonces, ¿por qué no podrá suceder lo mismo si actuamos al contrario?.
En realidad, el mayor enemigo de la fe no es ni los argumentos sobre la existencia del mal en el mundo ni ninguna otra cuestión filosófica. Ni siquiera el hecho de que la fe te da una conciencia moral que es muy fastidiosa. El mayor enemigo de la fe es la pereza, la comodidad. ¡Cuántos cristianos hay que dicen que no van a misa porque se aburren, mientras que les bastaría con desplazarse unos kilómetros de su domicilio para encontrar una parroquia viva, en la cual las misas dominicales no sean aburridas! Pero prefieren decir que la misa es un rollo y utilizar esta excusa para dejar de ir a misa.
El que busca encuentra y el que de verdad quiere encontrar a Cristo, lo busca, como buscaban a Juan aquellas gentes que estaban “en expectación” porque pensaban que él era el Mesías.
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