Cuando uno mira atentamente alrededor, no tiene más remedio que preguntarse si Europa está en decadencia. ¿El progreso que aparentemente vemos es tal? ¿Realmente vamos a mejor, o a peor? ¿Es posible que a Occidente le ocurriera, por ejemplo, lo que al Imperio Romano? Porque a lo largo de la Historia a todas las grandes civilizaciones les ha llegado un momento en que decayeron y, finalmente, muchas desaparecieron. ¿Puede esto volver a ocurrir?
El que no conoce la Historia está condenado a repetirla, así que qué mejor cosa que estudiar qué síntomas mostraron las sociedades en su etapa de decadencia. Una vez encontrados, sería de gran interés ver si también los tiene nuestra sociedad, y en qué grado.
A lo largo de tres artículos expondré los síntomas que una persona, que prefiere no ser citado, ha encontrado estudiando durante cincuenta años las grandes civilizaciones de la Historia que decayeron. Dadas las limitaciones propias de un blog he de limitarme a mencionarlos, aunque creo que cualquiera, por poco conocimiento de Historia que tenga, los podrá reconocer. Finalmente, dos consideraciones antes de empezar: primero, cuidado con decir “No, ese no es” con sólo haber dedicado un minuto a pensarlo; y, segundo, si no son estos ¿quiere usted decirme cuáles son? Empezamos.
El primer síntoma de las sociedades decadentes es: la tendencia a la Autodestrucción: las sociedades que entran en decadencia tienden a autodestruirse.
Esta tendencia a la autodestrucción se observa principalmente en cuatro aspectos.
El primero es ridiculizar los modelos y virtudes, y ensalzar los defectos. Recuerdo una película inglesa de título “El cobarde heroico”, en la que se hacía pasar un acto cobarde por un heroísmo, ridiculizando el verdadero héroe. ¿Ocurre hoy día que el bueno, el valiente, el héroe es presentado como antipático o anacrónico, mientras que los cobardes, mentirosos, egoístas… son presentados como modelos de triunfadores o, simplemente, gente “guay”? ¿No es verdad que el fiel a su cónyuge es un carca, mientras que el promiscuo es muy “moderno”? ¿Es esto así, hoy, en nuestra sociedad? ¿Se ridiculiza el honor, el valor de la palabra dada, el sentido de justicia…? ¿Se admira al tramposo?...
El segundo aspecto es la irresponsabilidad de las clases altas. Son las clases altas las que sirven de referencia a la sociedad. Estas clases, que disfrutan de privilegios que en el pasado otros consiguieron con gran nobleza, incluso arriesgando sus vidas y propiedades y que ahora se dedican sólo a disfrutar de tales privilegios sin importarles nada su responsabilidad. ¿Son, hoy, nuestras élites así? ¿Son referencias a seguir? ¿Son modelos dignos de imitar? ¿Hacen algo por la sociedad aparte de por ellos mismos?...
El tercer aspecto de esta tendencia a la autodestrucción es el fomento del vicio y las aberraciones. Decía Catón sobre la situación de Roma, muy lejos ya de las virtudes que la hicieron grande, “Parece que todo el cieno de las aguas del Orontes (el río que pasa junto a Antioquía, la ciudad “progre” de entonces) se ha volcado sobre el Tiber”. ¿Podemos decir algo similar hoy en Europa? ¿Se fomentan en nuestra sociedad el vicio y las aberraciones? Y si ponemos la televisión, maestra suprema, ¿qué es lo que vemos?
Por último, el cuarto aspecto de esta autodestrucción es la Insolidaridad. Puede comprobarse cómo las sociedades en auge han sido siempre muy solidarias y, al revés, las decadentes han sido insolidarias. Y esta insolidaridad, búsqueda sólo del propio interés, las empobrece hasta el punto de acercarlas a su destrucción. ¿Hay algún síntoma de insolidaridad generalizada en nuestra sociedad? ¿Entre jóvenes y ancianos? ¿Entre padres e hijos? ¿Quizá entre las autonomías, los Gobiernos...?
(Continuará)
Aramis