Lo malo de envejecer es que las previsiones catastróficas que leíamos hace años acaban haciéndose realidad. Ha ocurrido con el invierno demográfico y sus consecuencias: hace veinte años algunos ya advertían de las mismas, pero las veíamos lejos. Y ahora, el futuro ya ha llegado y sí, es como nos lo habían pintado, por mucho que haya quien prefiere seguir mirar hacia otro lado.
Pues bien, algo similar ocurre con la cuestión de la persecución a la Iglesia católica en Occidente. Hace ya años que los síntomas son evidentes y que se va cerrando el cerco sobre la misma, pero últimamente la presión se intensifica y ese futuro de persecución abierta es cada vez más nuestro presente. Tres noticias de estos últimos días así lo confirman.
En primer lugar, aprovechando la posibilidad de presentar peticiones online a la Casa Blanca, estas navidades se ha lanzado una que pretende declarar a la Iglesia Católica como un Grupo generador de Odio, un “Hate Group”. En concreto, se pide a la administración Obama lo siguiente:
“En su discurso anual de navidad dirigido al Colegio de Cardenales, el Papa Benedicto XVI, líder global de la Iglesia Católica, menospreció y denigró a los homosexuales de todo el mundo. Usando un lenguaje de odio y comentarios discriminatorios, el Papa pintó un retrato en el que los homosexuales son ciudadanos de segunda clase. El Papa afirmó que los homosexuales que forman una familia son una amenaza para la sociedad y que los padres homosexuales deshumanizan y arrancan la dignidad de los niños. El Papa también afirmó implícitamente que las familias gay son sub-humanas, al no estar dignificadas a ojos de Dios.
En base a estas afirmaciones, la Iglesia Católica encaja en la definición de grupo que genera odio tal y como ha sido definido por el Southern Poverty Law Center y por la Anti-Defamation League”.
O sea, que si uno afirma que dos personas del mismo sexo no pueden contraer un verdadero matrimonio y que una pareja homosexual no es el ámbito idóneo para criar a un niño, es reo de generar odio y debe ser proscrito de la sociedad. Hace siglos que conocemos, y padecemos, la máxima de los tolerantes: ninguna tolerancia para los intolerantes (que siempre somos nosotros).
Es lo mismo que ha afirmado, en tono más castizo, el portavoz de la Junta de Andalucía, Miguel Ángel Vázquez, cuando pide que le pongan un bozal al obispo de Córdoba, don Demetrio Fernández. Como escribía Pablo Ginés, “Hay ideologías sagradas e intocables que en Andalucía no se pueden criticar ni someter al libre debate de las ideas y una de esas ideologías intocables es la ideología de género”.
La presión también se siente en Francia, donde el ministro de Educación Vincent Peillon ha afirmado que los colegios católicos no pueden posicionarse en contra del matrimonio homosexual y, en contra de la doctrina de la Iglesia, deben mantenerse neutrales en esta cuestión (bueno, si alguno se anima a posicionarse a favor a buen seguro recibirá los para bienes del ministro). Por si no fuera suficiente, el presidente galo, François Hollande, ha querido confirmar la amenaza de su ministro, que ha afirmado que examinará lo que se dice en los colegios católicos franceses.
¿Hay alguien que no pueda sentir la presión creciente sobre la Iglesia? ¿Cuánto falta para que podamos afirmar que el futuro ya está aquí?
PD. Como curiosidad, se acaba de lanzar una petición online a la Casa Blanca para que declare grupo generador de odio a quienes han lanzado la petición de declarar a la Iglesia Católica grupo generador de odio. No está mal.