¿Dónde están los cuerpos de los Reyes Magos?
Muchos se hacen esta pregunta. Algunos piensan que en ninguna parte porque se trata de una leyenda. Otros los consideran tan magos que piensan que sus figuras se esfuman entre las nubes de colores. ¿Qué podemos saber de todo ello? Es interesante conocer un poco la historia de estos personajes tan simpáticos, queridos por todos, pero demasiado asociados a la cultura del comercio y el regalo.
Jesús Callejo Cabo nos ofrece una respuesta sintética de estas cuestiones que en estos días cobran especial relevancia.
Supuestos restos de los Reyes Magos
Si alguien pensaba que esto de los reyes era un cuento chino (por lo de Oriente) o un mito o una invención interesada de la Iglesia que se vaya a la catedral de Colonia (Alemania) y verá una arqueta de oro de estilo gótico donde dicen que yacen las reliquias de los tres Reyes Magos. Otra cosa es que dejen ver el interior y otra más es que algún día se atrevan a analizar esos restos óseos con el carbono 14.
Marco Polo nos dejó constancia, en su Libro de las Maravillas, de otra ubicación. Según sus informantes, situaban en la ciudad de Sava, enclavada en las áridas tierras de la antigua Persia de donde partieron para Jerusalén, el lugar en el que supuestamente estaban enterrados Melchor,Gaspar y Baltasar, “en tres sepulturas grandes y hermosas; encima de cada sepultura hay una casa cuadrada, redonda en la cima, bien trabajada; y están unas al lado de otras”. En Sava, hoy Saveh, en Irán, ya no queda ni rastro de esas tumbas, si es que alguna vez existieron.
La historia de cómo llegaron a la ciudad de Colonia es muy rocambolesca. La primera persona que encontró esos cuerpos incorruptos fue Santa Helena, madre de Constantino, en el siglo IV, una auténtica Indiana Jones a la hora de localizar por ciencia infusa toda clase de reliquias cristianas. Se los llevó a Constantinopla y allí fueron guardados en un sarcófago de granito. En el reinado del emperador Manuel apareció un religioso griego con nombre de santo, Eustorgio, que fue elegido obispo de Milán y el emperador le regaló entonces los tres cuerpos para que se los llevara a esta ciudad italiana a principios del siglo XII.
Según la tradición, poco duró la estancia y la tranquilidad de los Reyes Magos en Milán (que por entonces estaban incorruptos) ya que el Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Federico Barbarroja, saqueó la ciudad en 1162, trasladando los restos a Colonia y allí siguen de momento. Bueno, no todos. Tras varios siglos de reclamaciones por parte de las autoridades milanesas, en su afán de recuperar esos restos mortuorios, a principios del siglo XX una tibia, un húmero y un esternón fueron llevados solemnemente a la iglesia de San Eustorgio y colocados en su antiguo sarcófago. Lo dicho, que no los analicen por si acaso.
¿Por qué se celebra el 6 de enero?
Está claro que si el niño Jesús nació un 25 de diciembre (que no fue así) del año I (que tampoco fue así) los reyes no pudieron llegar de Babilonia a Jerusalén el día 6 de enero, por mucho turbo que tuvieran los camellos. O el día 9 de enero, como afirma El Evangelio Armenio de la Infancia, que “habían salido de su país hacia nueve meses” (capítulo XI). En cambio, El Evangelio Árabe de la Infancia (también denominado Evangelio árabe del Pseudo Juan) asegura algo mucho más insólito e inverosímil: “Partidos de Persia al primer canto del gallo, llegaron a Jerusalén al rayar el día (Cap. VII). Lo más parecido que conozco a eso es la teletransportación.
Y no deja de ser raro que el 6 de enero sea la Epifanía, palabra griega que significa “manifestación”, y se le adjudique por las buenas el Día de Reyes, que se comenzó a celebrar a principios del siglo III por los cristianos orientales de Constantinopla, coincidiendo con la fiesta pagana del nacimiento del dios Aion, engendrado por la virgen Koré, símbolo del Tiempo Nuevo. También en la misma fecha se celebraban en Roma los prodigios del dios Dionisio en favor de sus devotos. Así que había que cristianizar el 6 de enero, como posteriormente se hizo con el 25 de diciembre. Y vamos que se hizo.
En Occidente se empezó a celebrar esta fiesta en el siglo V cuando en el 450 el citado papa León I definió la Epifanía como la “fiesta de los Reyes Magos” y punto. Poco a poco se fueron añadiendo distintos elementos a la cabalgata. La costumbre de que sus “graciosas majestades” trajeran regalos surgió a mediados del siglo XIX para contrarrestar la tradición de San Nicolás, un obispo de la Iglesia oriental que vivió en el siglo IV en Asia Menor conocido por su generosidad con los niños, cuya onomástica es el día 6 de diciembre. El flacucho San Nicolás, por esos azares del destino, se transformó con el tiempo en el orondo Santa Claus.
Unos y otros rivalizan cada año para entregar regalos a los más pequeños de la casa en diferentes días. Según estadísticas de Servimedia, realizada en el 2006, el 46 % de los niños reciben los regalos el día de Reyes, un 16 % los reciben exclusivamente de Papá Noel el 25 dediciembre y el 38 % restante tienen la gran suerte de recibir regalos de ambos. Es el misterio y la fantasía de esos días donde el 34% de los niños de 4 a 8 años aseguran a pies juntillas haber visto a los Reyes Magos o a Papá Noel en persona dejando regalos en sus casas. Y tanto, pues de los 4.000 niños entrevistados de entre 4 y 12 años, un 55% aseguraron sin pestañear que Papá Noel o los Reyes Magos entran en sus casas usando de su magia, mientras que el 25% dicen que lo hacen por la ventana y el 20% creen que se cuelan por la chimenea, eso sí, dependiendo del tamaño de la barriga de Papá Noel.
Roscón de Reyes
Y en el apartado gastronómico, un español o un mexicano no dejará pasar estos días sin probar un trozo de Roscón de Reyes. La costumbre de un dulce con sorpresa en su interior parece remontarse a la época del antiguo imperio romano, con sus fiestas Saturnales. Al que le tocara el haba seca se le hacía el “rey del haba” y de ahí viene, según algunos estudiosos, la expresión “tonto el haba”.
Al igual que la tradición de comer 12 uvas en la Nochevieja, la del Roscón de Reyes también tiene un origen español. Dice la leyenda que un cocinero aragonés fue nombrado pastelero de la Corte del rey francés Luís XV quien acostumbraba a invitar a reyes, príncipes y embajadores extranjeros el día 6 de enero de cada año.
Les obsequiaba con pasteles pero casi siempre eran de la misma clase, hasta que le pidió a su cocinero que ideara uno nuevo. Entonces recordó una torta que se hacía en Zaragoza en su juventud. Confeccionó un pan de rosca adornado con frutas escarchadas en el que introdujo un doblón, símbolo de riqueza y prosperidad para aquel al que le tocase en suerte en la degustación del dulce. El rey añadió que aquél a quien le tocara la moneda debería pagar al año siguiente la elaboración del roscón e invitarles a todos a comérselo. Fue un éxito y dada la alcurnia de los comensales se le denominó “roscón de reyes”. De Francia pasó la tradición a España de la mano y el gusto del rey Felipe V, aunque ya existía un antecedente: el Roscón de Navidad.