FE LIBERTAD
Vivir con fe cualquier acontecimiento supone tener la mirada puesta en Dios y decirle: Aquí estoy para lo que quieras de mí. Hay como dos respuestas, dos “fiat”, dos “hágase” que deben enmarcar nuestra vida cristiana o nuestra vida de fe: el “fiat” de la Virgen: “Hágase en mí según tu palabra” y el “fiat” de Jesús en la oración del huerto: “no se haga como yo quiero sino como tú”.
En las grandes decisiones de la vida también hemos de pronunciar nuestro “fiat” con decisión. No vale aquello de: ¡qué le vamos a hacer! ¡no hay más remedio!
Hay que cederle a Dios nuestra libertad para que Él construya sobre nosotros lo que quiera y como quiera. Cuando le cedemos nuestra libertad, le estamos cediendo como un solar yermo, pero se lo hemos de ceder porque Dios construye sólo en terreno propio. De lo contrario su obra no le pertenecería. Nosotros por la fe le cedemos la propiedad de nuestro terreno. Y nuestro terreno es nuestra libertad. Lo cual equivale a decirle: Te cedo la propiedad de mi persona. Por tanto, lo nuestro debe ser un ¡fiat! serio y coherente. Como el de la Virgen. Cederle nuestra libertad equivale a decirle: construye en mí lo que quieras y como quieras.
FE VIVENCIA Y DISPONIBILIDAD
Si le damos nuestra libertad, hemos de dársela incondicionalmente, lo cual supone disponibilidad. Disponibilidad ¿para qué? Para vivirla. Un enfermo, para obtener la salud no se queda hablando del antídoto. Ha de tomarlo. Lo mismo sucede con la fe. Hay que vivirla; no podemos quedarnos en conversaciones bonitas. Si no es para vivirla, ¿para qué nos la ha dado el Señor?
Vivir la fe supone dos actitudes: sencillez y grandeza. Como la Virgen: “He aquí la esclava del Señor” le respondió al ángel. Estas palabras expresan la cúspide de todo comportamiento religioso ante Dios. Uno se ofrece a Dios como una página en blanco para que Dios escriba lo que quiera. En eso consiste la disponibilidad.
La fe puede estar puesta a prueba por la duda; pero no por la duda en Dios sino por la duda en uno mismo: ¿habré entendido bien? ¿y si me hubiera equivocado? ¿y si me quedo a mitad camino? La gran fe se manifiesta en la gran prueba.
FE UNIDAD
La división entre los cristianos es un escándalo, pero no podemos hacer como los políticos: buscar unos acuerdos cediendo todos. En cuestiones de fe ni la Iglesia no nosotros podemos ceder. Bien que se dialogue, pero no somos dueños, sino depositarios de la fe.
Hoy está vigente la tolerancia y está de moda la actitud de búsqueda. Pero el cristiano no puede estar continuamente buscando la verdad porque ya la posee. dice San Agustín: "Hay que buscar como los que deben encontrar. Hay que encontrar como los que aún deben buscar".
La verdad la hemos de encontrar en la Palabra de Dios. "En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron." (Jn. 1, 4-5) O sea, que en la Palara estaba la vida. Y esta Palabra se hizo carne en Jesús.
"Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad." (Jn. 1, 14). En otras palabras, en Jesús está la plenitud de la verdad. Desde el momento en que nos encontramos con Jesús, ¿qué otra cosa hemos de encontrar si en Él está la plenitud de la verdad? Lo que hemos de hacer es escucharle.
La fuerza de un apóstol es proporcionada a su fe. A veces nos quejamos de que la gente abandona la Iglesia y no abandona el pecado. ¿Por qué no pudimos expulsar al demonio? Le preguntaron los discípulos a Jesús. Y les respondió: por vuestra poca fe.
Podemos decir que la época de las herejías ha terminado. En adelante lo que se va extendiendo es una "ateísmo humano" o un "humanismo ateo", al que hay que responder con la fuerza de nuestra fe.
FE DENTRO DE LA IGLESIA
Es necesario creer personalmente; cierto, pero dentro de la Iglesia. No se puede tener una fe sin la otra. Uno ha de tener fe personal al mismo tiempo que eclesial. La fe de la Iglesia no anula la fe personal sino que la fortalece y la preserva del error. Y le permite conocer a un Dios inmensamente mayor que el de mi pobre experiencia. Al unirme a la fe de la Iglesia, yo hago mía la fe de todos los que me han precedido en nuestra fe: los apóstoles, los mártires, los doctores... los santos, que no pudiendo llevarse con ellos la fe, la han dejado como herencia a la Iglesia. Y la Iglesia, querido amigo, también eres tú.
Feliz Navidad y Año Nuevo
José Gea