Es cierto que todas estas creencias han estado siempre presentes en la historia en mayor o menor grado, pero también es evidente la explosión que ha tenido lugar en los últimos años y sobre todo la “sustitución” de las tradiciones cristianas por otras paganas. Sólo tenemos que echar un vistazo al ambiente navideño. Si no fuera porque todavía se siente la presencia de la Iglesia católica la ausencia de Cristo sería total. Sí, todavía podemos ver los pesebres en nuestras parroquias, oír los villancicos, asistir a la celebración de la Misa del gallo, de la solemnidad de la Madre de Dios, de la Epifanía con la llegada de los Reyes Magos. Pero una vez fuera del recinto sagrado cada vez es más difícil encontrar nacimientos en las calles, en los comercios y lo que es más triste, en las casas, incluso de aquellos que se confiesan católicos.
El gordinflón barbudo vestido de rojo y blanco que vuela con su trineo parece más real que Jesús de Nazaret, nacido en Belén de Judá en tiempos del emperador Augusto de Roma y el rey Herodes. Las felices fiestas de las comilonas, las borracheras y los regalos que vacían los bolsillos, ya bastante vacíos por la crisis, han sustituido a la Feliz Navidad de la familia unida que celebra el nacimiento del Mesías, nacido pobre y humilde en una cueva-establo de las afueras de Belén. Son más significativos el muñeco de nieve, la campanita dorada, las bolas de colores, las estrellas, los hermosos regalos empaquetados y anudados con lazos de vivos colores.
El cambio de época estará marcado por nuevos líderes y modelos económicos y también por nuevos modelos religiosos y morales. Esta revolución no acaba de empezar, está alcanzando su zenit. El Papa la ha identificado hablando de desierto espiritual, analfabetismo religioso, cultura de la muerte, pragmatismo y liberalismo. Basta leer el interesantísimo mensaje del Papa para la Jornada Mundial de la Paz del primer día de este nuevo año 2013.
Lo más terrible de todo es que las nuevas corrientes no intentan regar este desierto para hacerlo fructificar o encender una luz para sacar de la oscuridad espiritual a las masas sedientas. El agua de la era de Acuario sólo nos traerá más incertidumbres religiosas y morales. Uno de sus dogmas más preciados es el relativismo. Tampoco nos devolverá a Dios, pues nos quiere convencer de que nosotros somos “dios”. Pero sí se esforzará en envolvernos de creencias de todo tipo, en ritos mágicos y personajes ficticios que puedan llenar nuestra fantasía y hacernos creer que es oro lo que reluce. Es sin embargo bisutería barata, superstición irracional, espiritualidad vacía.
En realidad, sólo los cristianos que sabemos que Cristo ha venido, viene, vendrá, está… podemos decir: Dios ha nacido, feliz Navidad, sólo con él el nuevo año, con tantos retos e incertidumbres, será más feliz.