Amigos lectores, confortados con una Nochebuena y la Navidad en paz y gracia de Dios, continuamos con la Historia de la Humanidad en los Últimos Días que brinda Santa Hildegarda.
Después de contar la Creación, la caída, el Diluvio, la redención y el primer milenio de la Iglesia, Santa Hildegarda profetizó sobre su época y las que seguirían, a las que llamó "Las Cinco Cruentas Edades de los Reinos de este Mundo".
Estas cinco edades centradas en Occidente están contadas de distinta forma en el Scivias (el libro de lo que debe saber el cristiano) y el Libro de las Obras divinas. El primero de ellos, el Scivias (Sc) las despacha en unas líneas y las caracteriza por la conducta de los dirigentes y la progresiva desunión de los reinos.
En cambio, en el Libro de las Obras Divinas, (OD), las edades están caracterizadas por su mayor o menor fe y virtudes; el relato a veces recapitula, aunque no muy claramente, o que avanza simultáneamente en vez de consecutivamente, lo que difículta la identificación de estas cinco épocas históricas.
A cambio, menciona al menos tres sucesos fácilmente identificables: Un emperador "malo" (probablemente Enrique IV, que nació en 1050), la desaparición del Sacro Imperio Romano Germánico, formalizada legalmente en 1806 al final del largo proceso de reducción y debilitamiento cuyos hitos fueron 1232, 1356, 1555, y 1648; y finalmente la reducción de la autoridad temporal del Papa a Roma y algunos lugares del contorno, ó en 1798 siguió en 1870 y se confirmó en 1929.
No es fácil acomodar nuestra percepción histórica a este panorama que Santa Hildegarda nos presenta con ojos de Eternidad, pero aún así hemos tratado de hacerlo a sabiendas de que hay cabos sueltos que requerirán ulterior estudio.
La "Cruenta Edad del Perro de Fuego que no Ardía" (Sc, 3ª,11ª, 2 y OD, 3ª,5ª, 1516) describe la época de Santa Hildegarda, desde "casi un poco antes", hacia 1050, cuando nació el emperador Enrique IV. Es la época de la "querella de las investiduras", la porfiada disputa entre Papas y Emperadores sobre quien debía nombrar los obispados, no por su poder espiritual, sino por sus riquezas y poderes temporales.
Para la Luz Viva, el problema era la indignidad de aquellos prelados convertidos en príncipes temporales, y por eso asentía a las quejas de los laicos, anunciaba que pondría orden, y decía de modo misterioso que, si fuera un día, el problema se habría planteado al alba, estarían en aquel momento (año 1151) a las nueve de la mañana y quedaría resuelto a mediodía. Si se considera que a los ojos de Dios mil años son como un día, la duración de esta edad sería de unos 250 años, de 1050 a 1300.
Curiosamente la Luz Viva simboliza esta época de la Iglesia con un perro, animal doméstico, como domésticos eran los prelados que mordían lo que no era suyo. Las palabras de la Luz Viva iluminan muy bien la cuestión de las dignidades y las riquezas temporales del clero, que según la Luz Viva, al final tendrá lo suficiente para vivir, pero sin riquezas superfluas.
La siguiente es la Cruenta Edad del León Cobrizo (Sc, 3ª, 11ª, 3; OD, 3ª, 5ª, 17), "época de los hombres beligerantes que desencadenarán muchas batallas, pero sin alzar la mirada a la rectitud de Dios. Su cobrizo color preludia el desmoronarse de estos reinos: umbral del desánimo de su otoño". Nótese que el león es el símbolo del fuerte guerrero de Judá que vence a todos sus enemigos. La redistribución de las propiedades y jurisdicciones acumuladas por prelados y monasterios, irá acompañada de muchísimas batallas.
"El juez supremo, acogiendo las quejas de la justicia, lanzará su venganza sobre los prevaricadores y más que nada sobre los prelados perversos, mandándoles muchos castigos hasta que, debidamente purgados por las pruebas, se arrepientan y cambien de mentalidad". Cuando la venganza de Dios se haya calmado por la corrección de los malvados, los hombres se cansarán de luchar. Habrá hombres fuertes y grandes profetas, y la justicia y la paz resplandecerán en la espera de la segunda llegada del Señor igual que resplandecieron en la espera de la primera. Una parte de los judíos se convertirá y se alegrará, reconociendo que ya ha llegado el Mesías, "mientras que ahora (1151) lo niegan".
Esto invita a situar esta Edad del León al final de la Edad Media, cuando numerosas conversiones de judíos ilustres dieron gran esplendor a la Iglesia. La época fue también de gran expectación mesiánica, con las doctrinas de Joachim di Fiore, las profecías de Rocatallada/Rupescissa y las prédicas por toda Europa de San Vicente Ferrer. Sin embargo, esta atribución no es inequívoca si consideramos que, por un lado, el incesante batallar se prolongó cinco siglos y por otro, que el expolio de los bienes eclesiásticos se produjo en Alemania e Inglaterra en el siglo XVI, en Francia en el XVIII y en España e Italia en el siglo XIX.
Según Santa Hildegarda, la tercera Cruenta Edad de los Reinos de este Mundo es la del Caballo Pálido. El Scivias (3ª,11ª,4) dice escuetamente que es la época "en la que los crápulas, empujados por el pecado y sus placeres, saltarán por encima de las buenas obras virtuosas y entonces se partirá el corazón de estos reinos, pálido y en la ruina, desangrada ya su fuerza", lo que puede aplicarse tanto a la personalidad de los monarcas europeos del XVI al XVIII, como a la aparición en Occidente de sectas secretas y partidos políticos.
Por otra parte, el Libro de las Obras Divinas (3ª, 5ª, 21-24) nos dice que en esta época habrá iniquidad, guerras, carestías, epidemias y muerte pero que desaparecerán enseguida. Entonces, "los hombres se atribuirán a sí mismos y no a Dios la serena paz y abundancia de frutos que disfrutan", crecerá su arrogancia y soberbia, volverán a ser indolentes en religión, y sufrirán otra vez tantas tribulaciones como nunca se habían derramado por el mundo, pues a la paz y la abundancia seguirán grandes desastres. Los hombres querrán que les caigan encima las montañas porque sus sufrimientos serán incesantes. Las instituciones religiosas se dividirán; Satanás se atraerá a los mejores y se promulgarán leyes inicuas. Entonces, los paganos, viendo inermes a los cristianos, los invadirán, lo que " anuncia la cercanía del tiempo del Anticristo".
Cuando el pueblo cristiano vuelva a hacer penitencia y se flagele por sus pecados, la gracia divina vendrá en socorro suyo con muchos milagros como hizo antes, y una vez sometidos sus enemigos, añadirá a la fe gran multitud de paganos. Incrédulos y malvados invadirán las posesiones de la Iglesia pero los cristianos resistirán y vencerán.
Esta gran conversión de paganos podría ser la evangelización de América, y la invasión de paganos podría ser la expansión otomana definida por los hitos de Kosovo, Lepanto y el segundo Sitio de Viena.
La división de las instituciones religiosas podría referirse al anglicanismo y la Reforma protestante, y la "tribulación como nunca se había derramado por el mundo" por aquella espeluznante guerra europea que se llamó "de los Treinta Años". Sin embargo, la atribución tampoco es inequívoca y podría referirse a siglos posteriores.
En realidad, hasta las dos edades siguientes no hay datos inequívocos, como veremos en la próxima entrega.
(El texto de la 5ª visión de la 3ª parte del Libro de las Obras Divinas puede verse en www.hildegardiana.es, donde también hay fragmentos de la visión 11ª de la 3ª parte del Scivias, reproducidos con permiso de la Editorial Trotta que recientemente ha publicado la segunda edición de la excelente traducción de Mónica Castro).