TENER FE

Nos encontramos de nuevo con la fiesta de Navidad. Unos la vivimos de una manera otros, de otra. Los que tenemos fe en Jesús vemos la Navidad como la fiesta, diría yo, de la ternura de Dios. La ternura de Dios manifestada con la tenura de todos los niños recién nacidos. Dios, también niño.

Los que así la vivimos nos sentimos movidos por la fe a adorar a Jesús como lo hicieron los pastores y los magos. Hay quienes no la viven así; para ellos todo es fiesta y juerga; cansados por las noches y un tanto somnolientos durante el día.

Otros conviven en familia la fiesta; es una actitud positiva, pero siempre hay quienes van más allá y con espíritu de fe se reencuentran con el Señor Jesús y perciben la ternura de Dios ante la imagen de un recién nacido a quien reconocemos como Dios.

Los que creemos en Jesús nos sentimos llamados al asombro. Nada menos que un Dios omnipotente y eterno se une a una naturaleza humana como la nuestra y, sin dejar de ser Dios, se hace hombre como nosotros; nada de apariencias de hombre; es hombre como nosotros; será engendrado sin obra de varón en el seno de la Virgen. Nacerá en Belén. Será un niño como todos los niños. Ya adulto, predicará por todas partes el mensaje de salvación que ha venido a traernos, morirá crucificado en Jerusalén; y al tercer día resucitará. Ésta es la historia del hombre llamado Jesús.

No sé la relación personal que cada uno de los lectores tenemos con Jesús. Los cristianos creemos que vino a salvarnos y que nos está salvando día a día. Yo quisiera hacer en alto dos preguntas que se hicieron en la Sagrada Escritura; una que la hace Jesús y otra que se la hacen a Él. No estaría de más que respondiésemos a la que Él nos hace y le hiciésemos a él la que le hicieron. Son la misma:

¿QUÉ QUIERES QUE HAGA?

Y cuando salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: « ¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí! » Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: « ¡Hijo de David, ten compasión de mí! » Jesús se detuvo y dijo: « Llamadle. » Llaman al ciego, diciéndole: « ¡Animo, levántate! Te llama. Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino donde Jesús. Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: « ¿Qué quieres que te haga? » El ciego le dijo: « Rabbuní, ¡que vea! Jesús le dijo: « Vete, tu fe te ha salvado. » Y al instante, recobró la vista y le seguía por el camino." (Mc. 10, 46-52)

¿Qué te parece, querido lector, si como el ciego Bartimeo, viendo que Jesús pasa junto a nosotros, y nos acercásemos a Él para pedirle algo, indudablemente nos diría también: ¿Qué quieres que te haga? No sé lo que le pediríamos teniendo ante nosotros al que todo lo puede y sabe lo que nos conviene. ¿Nos atreveríamos a aceptar lo que Él nos quisiera dar? No olvidemos que el camino de la cruz es el que conduce a la victoria.

¿Y nos atreveríamos a decirle lo que le dijo san Pablo al ser derribado cuando iba a Damasco en persecución de los cristianos? Nos lo dice él mismo: Yo dije: "¿Qué he de hacer, Señor?" Y el Señor me respondió: "Levántate y vete a Damasco; allí se te dirá todo lo que está establecido que hagas." (Hech. 22, 10)

Cada uno tenemos nuestro proyecto de vida. Y el Señor que viene en nuestra ayuda, lo tiene también. ¿Somos conscientes de que el suyo es el bueno? Si estamos en actitud de escucha, sin duda que lo sabremos, porque Dios no juega al escondite con nosotros. Dios es serio. Seamos también serios con Él. Y aunque niño en Belén, también es Dios.

Feliz Navidad.

José Gea