Son también los sesenta estadios que hacían falta para que lo dejáramos entrar en nuestras vidas. Jesús toca la puerta y aguarda al que oiga su voz; no irrumpe, toca y aguarda. En la intimidad de nuestra casa, si le abrimos, se sienta a cenar con nosotros y nosotros con Él. Aquí Jesús – según las Escrituras – bendijo los alimentos y partió el pan. San Lucas nos cuenta que este es el momento en que a los discípulos “se les abrieron los ojos y lo reconocieron”. No ocurrió ningún evento extraordinario ni se transfiguró delante de ellos; reconocieron al Señor resucitado en la sencillez sacramental de un pan destazado. Los discípulos, sorprendidos, no esperaron al día siguiente: “Levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén”…
¿Por qué llamarle “60 estadios” a un blog?
En mi opinión, la historia de Emaús se repite constantemente en nuestros días. El hombre contemporáneo, la mayoría de las veces, no es sino un cristiano desilusionado que empieza a recorrer los sesenta estadios que lo van alejando de Jerusalén. Creo que al igual que con los discípulos de Emaús, el Señor sigue saliendo al encuentro de estos hombres, los acompaña en su dolor y trata de hacerse presente en las cosas sencillas de la vida. ¿Cómo lo hace? Obviamente lo hace a través de su Iglesia. «Jesús está vivo – nos dice el Card. Jean Danielou – y Él está vivo en su Iglesia. Y es a través de la Iglesia viviente que Él está hablando conmigo hoy». Jesús se hace el encontradizo a través de su cuerpo, que es la Iglesia. Como el Señor, ella no reclama ser reconocida ni considerada; acompaña al hombre en su situación actual y no se cansa de recordarle su nostalgia de Dios y su condición de peregrino en este mundo.
En este blog quiero reflexionar precisamente sobre la Iglesia de Cristo, que con amor de madre, le hace compañía a un mundo desconsolado. Que trata de enseñarle y dar testimonio de la presencia de un Dios que camina a su lado aunque muchas veces nos sea difícil reconocerlo. Quiero reflexionar, desde la Iglesia, sobre la importancia de hacernos los encontradizos en las nuevas rutas que recorren los modernos discípulos de Emaús. En las comunicaciones, en la cultura, en el deporte, etc. pero sobre todo, en la vida cotidiana de las personas, porque la fe que no se vuelve vida es una fe muerta; y una fe muerta, no reconoce a Cristo ni siquiera teniéndolo delante. Quisiera ponerme a la escucha del Señor y con humildad preguntarle: ¿Cómo entras en nuestra vida? ¿Cómo tocas la puerta de nuestras casas? ¿Cómo vences nuestra necedad y nuestra dureza de corazón? ¿Cómo podemos hacer para que el mundo te reconozca en lo sencillo de la vida? ¿Cuál es el camino de regreso a Jerusalén? En el fondo, tal vez este blog se resuma en un gran ruego… ¡Enséñanos a recorrer esos sesenta estadios como lo hiciste Tú!