He compuesto este título con el de dos libros bestsellers del ambiente de la Nueva Era. “Conversaciones con Dios” de Neal Donald Walsch y “Emmanuel” de Pat Rodecast. En ambos se trata de supuestas revelaciones recibidas por los escritores de seres espirituales que están fuera de este mundo. Son conversaciones con el más allá. En el primer libro es Dios mismo el interlocutor del autor, en el segundo un guía espiritual que se hace llamar “casualmente Emmanuel”. ¿Un ángel, o quizás el mismo Jesucristo al que el profeta Isaías llama con ese mismo nombre que significa “Dios con nosotros”? Con este preámbulo el contenido no puede ser más interesante. ¿Quién podría ser tan afortunado de escribir un libro donde casi nos dictan Dios Padre y Jesucristo?
Nuestros lectores católicos habituados a las santas lecturas, fácilmente recordarán que existen no pocos santos canonizados que han escrito algún tipo de mensajes recibidos del más allá. Podemos pensar en las experiencias místicas de Santa Teresa de Jesús o Santa Catalina de Siena, en las revelaciones recibidas por la beata Catherina Emerich, o en las apariciones marianas de Lourdes y Fátima. Estas revelaciones privadas no pertenecen al depósito de la fe y tienen valor en cuanto aprobadas por la Iglesia por no contener nada contrario a la fe, sino más bien todo lo contrario.
Si hacemos un discernimiento sobre el contenido de los libros mencionados al inicio, el juicio no es en absoluto difícil. Las conversaciones con Dios de Donald Walsch bien podrían llamarse diálogos con el Diablo. Sería muy difícil encontrar un elenco más pormenorizado de doctrinas contrarias a la fe y a la moral de la Iglesia. En el libro se rechaza abiertamente cualquier revelación anterior en clara referencia a la Biblia y se tiran abajo iglesias, sacerdotes o rabinos. Para el “dios” de Walsch todos han engañado al mundo presentando un Dios falso. El verdadero, que habla con el autor, no pretende que se crea en él, pues lo que tenemos que hacer es creer en nosotros mismos, y no se le pasa por la cabeza sugerir ningún modo de comportamiento, pues para él lo que decidamos hacer es totalmente indiferente y no puede ser calificado de malo o bueno. Es decir, relativismo puro y duro.
El libro de Rodecast no lo he leído pero he podido encontrar alguna información en Internet. El contenido en el fondo es parecido pues pertenecen a la misma corriente. Con la ayuda del guía misterioso, en este caso Emmanuel, los “canalizadores” descubren el asombroso mundo de la energía interior capaz de conducirnos al éxito, sacándonos de todos los problemas y sanando todo tipo de enfermedad, no sólo psicológica. En fin, la oferta es lo máximo y la podríamos resumir así: “haga nuestros cursos y nosotros le convenceremos de que usted es un dios que puede hacer todo lo que quiera con el poder de su mente y además no encontrará ningún obstáculo moral pues le convenceremos también de que todo lo que decida es bueno”. El único inconveniente es que no es gratis. Los autores de los libros se han hecho millonarios predicando tan revolucionarias doctrinas.
Los más peligroso de estos libros que nos presentan esta doctrina pseudoreligiosa sin Dios, sin moral, sin Iglesia, sin compromiso, salvo el de pagar los libros y cursos; es que están envueltos en un lenguaje dulzón y espiritualista que encandila fácilmente a los que van buscando algo que pueda llenar su vacío interior y dar alguna respuestas a los interrogantes más acuciantes de la persona humana. Efectivamente, los libros hablan de amor, paz, amistad, fraternidad universal, oración, meditación, comunión con Dios, mundo sobrenatural, vida después de la muerte. Muchos buscadores de Dios se tropezaran con estas publicaciones. Si entramos en una librería cualquiera no confesional y pedimos un libro sobre Dios, lo más seguro es que lo primero que nos ofrezcan sea un libro del ambiente “new age”.
En estos días de Diciembre no viene mal recordar que los personajes más famosos de la Navidad hoy en día no tienen nada que ver con el “fundador de la celebración anual”: Jesucristo. ¿Será casual que todos estén envueltos en el aura mágica típica de la Nueva Era? En lo que se refiere a estas señaladas fechas del nacimiento del Salvador, la New Age ha cumplido su propósito en gran medida: sustituir el cristianismo por otras creencias y otras costumbres que ya no son cristianas. En gran medida está en nuestras manos recuperar el sentido cristiano de la Navidad, que nos han robado descaradamente, antes de que sea demasiado tarde.