Los comunistas rusos, en 1917, intentaron borrar el recuerdo de la Resurrección. En una ocasión, contrataron a un sacerdote ortodoxo para que hablara en contra. Reunieron una gran multitud de obreros. El sacerdote subió al estrado y dijo: "¡¡Jesucristo ha resucitado!!" La muchedumbre gritó: "¡¡Verdaderamente ha resucitado!!" Bajó del escenario, en silencio, y se acabó la conferencia.
Un hombre, bien intencionado se presentó ante el Rey Jorge de Inglaterra para presentarle el programa de una nueva religión. Hablaba con entusiasmo presentando las enormes ventajas que traería a la sociedad. Al terminar de exponer su plan, el Rey le dijo: “Solo te falta una cosa: morir y resucitar”.
La fuerza de fe cristiana, frente a las demás formas religiosas, es la persona de Jesús: Encarnación, Muerte, Resurrección, Ascensión y Pentecostés. Si quitamos alguna de estas realidades, nos quedamos sin Jesucristo. El centro del arco está en la Resurrección.
El acontecimiento de la Resurrección se produce en un momento de oscuridad para sus amigos. El amanecer del primer día de la semana se presenta como un viernes santo prolongado, sin esperanza. Como la situación encerrada que padecemos. También para nosotros repiten los ángeles: “No está aquí ha resucitado”. Este es el tiempo de repetirnos con gozo: ¡¡Jesucristo ha resucitado!! ¡¡Verdaderamente ha resucitado!! ¡¡Aleluya!! ¡¡Amén!! ¡¡Gloria al Señor!!
No nos quedemos en palabras abstractas, asumidas por el lenguaje cultural y que no llevan ningún mensaje, como resurrección y pascua. Nuestro saludo debe ser: ¡¡Jesucristo ha resucitado!! ¡¡Verdaderamente ha resucitado!! Él ilumina nuestra vida y da sentido a los hermanos que han muerto.
La idea cristiana no se distingue por las obras sino por la raíz desde donde brotan: Jesucristo Resucitado. “Si asistís a los enfermos, ancianos… ¿qué hacéis de extraordinario? También los paganos lo hacen”. Jesucristo no quita la acción humana, la da sentido de eternidad. Miles de voluntarios cristianos cooperan hoy para ayudar en todas las necesidades de la sociedad. Nuestra cooperación, cuanto más intensa sea, mejor. Si no somos especialistas en Cristo Resucitado iremos cojitrancos por la vida.
Causa pena, a veces, leer los documentos de nuestros pastores y superiores. Son especialistas en muchas realidades de este mundo que pasa. Qué bueno sería que, alguna vez, nos dieran su experiencia de Jesucristo Resucitado. A algunos, si les quitamos los temas mundanos, para vivir mejor en este mundo, no sabrían de qué hablar.
No nos engañemos: si prescindimos de la Encarnación, Muerte, Resurrección, Pentecostés y Ascensión al Cielo de Jesús, ¿qué podemos aportar los cristianos a una moral-ética civil? Bien poco. Hombres religiosos e intelectuales honrados, a lo largo de la historia lo ha expresado tan bien como nosotros.
No nos ocultemos si queremos ser luz del mundo y sal de la tierra. Por acomodarnos a este mundo, nos hemos quedado sin mensaje específico y concreto. A un cristiano no le sirve lo políticamente correcto. Es una cobardía.
Sin adhesión a Cristo resucitado no hay Iglesia en salida ni tampoco Iglesia misionera. Los santos que rompieron el frasco de alabastro los pies de Jesús, como María, nos marcan el camino. Entregar la vida a Jesucristo Resucitado tiene mucho valor y llena a la casa de perfume.
El primer perfume se destapó en Nazaret cuando María Virgen dijo “Sí”. La primera alegría del domingo dijo: “Reina del Cielo, alégrate, ¡Aleluya!”
¡¡Jesucristo ha resucitado!! ¡¡Verdaderamente ha resucitado!! ¡¡Aleluya!! ¡¡Amén!! ¡¡Gloria!! ¡¡Honor a Ti, Señor Jesús!!