Es un hecho muy poco conocido, o mejor dicho, muy poco “recordado”. La historiografía oficial se ha encargado de echar tierra sobre el asunto, para que hoy los comunistas del mundo entero puedan llamar “nazi” a todo aquél que se le antoje sin que se les caiga la cara de vergüenza. Pero sí, lo que les voy a contar ocurrió alguna vez. Forma parte de esos renglones ocultos de la Historia donde se encuentra la verdadera historia.
Ocurrió en 1940, en el marco de la Segunda Guerra Mundial, cuando el ejército alemán entra en París, donde, como se sabe, permanecerá más de cuatro años, hasta el 25 de agosto de 1944.
De acuerdo con las instrucciones recibidas, los militares del Reich se comportarán con cierta caballerosidad en la “douce France”, una caballerosidad que propiciará un ambiente conciliador y no pocas muestras de simpatía de parte de la población gala, concretamente tantas francesas que departirán amigablemente con los rubios, altos y corteses soldados alemanes.
Por otro lado, vigente como estaba el Pacto Molotov-Von Ribentropp entre nazis alemanes y comunistas soviéticos, pacto que durará nada menos que dos años y que permitirá a la Unión Soviética ocupar, con la completa anuencia de la Alemania nazi, una de Polonia incluso mayor que la alemana, y junto con ella, Lituania, Letonia, Estonia, Besarabia, Moldavia y la parte sur de Finlandia (en realidad, toda Finlandia, pero los generales rusos fracasan y se tienen que conformar con anexionar la Carelia, en el sur de Finlandia), el Partido Comunista Francés recibirá instrucciones soviéticas de no oponer resistencia a la ocupación. Sí, como lo oye, de no oponer la menor resistencia a la ocupación alemana.
Así, el 20 de septiembre, tres meses después de producida, el Comité Central del Partido Comunista Francés aprobaba el manifiesto titulado “Il faut faire la Paix” (Hay que hacer la Paz), en el que realizaba esta sorprendente afirmación:
“La guerra que se ha impuesto al pueblo francés y que es casi el único que la soporta, ya no es, en realidad, una guerra antifascista y antihitleriana. Nosotros pensamos que podemos lograr una paz duradera y la seguridad francesa sin empujar a millones de nuestros hermanos a la muerte, y sin hacer de Francia un vasto cementerio. La paz, la paz duradera, es el grito que se eleva desde las profundidades del país y los antihitlerianos más feroces saben que la política reaccionaria de los gobiernos de Londres y París sirve a Hitler, en lugar de debilitarlo”.
La posición adoptada por el Partido Comunista Francés a favor de la inacción ante la invasión germana llevará al Presidente del Gabinete galo, Edouard Daladier, incluso a proscribir el PCF.
Sólo cuando en junio de 1941, de manera sorpresiva y traicionera, Alemania invada Rusia, rompiendo así, de modo tácito e inavisado, la alianza que le unía a la Unión Soviética, el Partido Comunista Francés se unirá a la resistencia contra Alemania, creando entonces, ¡dos años después de la ocupación nazi de Francia!, el grupo de resistencia armada llamado “Francs-tireurs et partisans français” (Francotiradores y partisanos franceses).
Así que a partir de ahora, cada vez que vea a un comunista llamando “nazi” a alguien, cuéntele Vd. esta bonita anécdota. Eso sí, no lo dude, lo primero que hará es llamarle “nazi” a Vd..
Que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.
©Luis Antequera
Si desea ponerse en contacto con el autor, puede hacerlo en luiss.antequera@gmail.com