D. José Francisco Castelló Colomer (Bocairent, Valencia, 1968), es sacerdote, doctor en Derecho Canónico, párroco de San Francisco de Borja en Valencia, Capellán Mayor y Director de Pastoral de la Universidad CEU-Cardenal Herrera también en Valencia.

Acaba de publicar en CEU Ediciones “Introducción al Protocolo Eclesiástico (Ayuda también para los especialistas en información religiosa)”. Un tema realmente necesario de conocer, apasionante y de plena actualidad. 

Lo primero que me ha llamado la atención acerca de este libro ha sido lo concreto y práctico que es, pues aborda en sus tres partes: jerarquía, liturgia y aspectos de protocolo eclesiástico, una visión introductoria del tema muy completa.

Sr. Castelló, ¿cómo surgió la idea o motivo de este texto tan interesante? 

Mi principal misión es de carácter pastoral, es decir, atender como párroco una parroquia, así como la capellanía de la UCH. Además también desempeño  tarea docente en la Facultad de Teología. Es decir, que ésta cuestión del protocolo no es mi ocupación principal. Este libro de introducción al protocolo eclesiástico surge porque al haber sido designado como responsable del protocolo eclesiástico en el V EMF en Valencia, en 2006, se me pidió en los años siguientes que explicase en un curso de postgrado universitario sobre protocolo en general (de la Universidad de Oviedo conjuntamente con la Escuela Diplomática), algo de protocolo eclesiástico. Busqué materiales para preparar las clases y vi que se necesitaba elaborar una introducción (este libro no es, ni lo pretende, un libro de protocolo eclesiástico completo) que abordase de un modo práctico, conciso y con cierto rigor teológico-canónico: quién es quién dentro de la Iglesia, aspectos fundamentales de liturgia y algunos estrictamente protocolarios, que pudiesen servir de ayuda a las personas que desempeñan la difícil y necesaria tarea de encargarse del protocolo en las instituciones públicas o privadas. En muchos actos civiles intervienen eclesiásticos y también en ciertos actos litúrgicos acuden autoridades civiles.

 

Se plantea también este libro como ayuda para los especialistas en información religiosa. ¿Trata de ayudar a subsanar el déficit de cultura religiosa de muchos periodistas y comunicadores que no relatan ni interpretan del todo bien las imágenes, gestos y palabras de la Iglesia Católica?

Al mismo tiempo que hacía el libro veía que podía servir de ayuda para periodistas o que quieran dedicarse a la información religiosa o que por circunstancias diversas en un momento determinado se les encarga que cubran alguna noticia eclesial. Un periodista, como cualquier persona, no puede saber todo de todo. Cualquier profesional que quiera hacer bien su trabajo consulta previamente aquello que le pueda ayudar a elaborarlo. Este libro está hecho de modo que cualquier persona, aunque no sea creyente, y que tenga cierta inquietud cultural por conocer algo sobre la Iglesia Católica (importante en el ámbito socio-cultural español) pueda tener una primera información de carácter objetivo sobre la misma.

 

Dentro de los planes de estudios eclesiásticos de Teología o de Ciencias Religiosas para seglares, así como de los de Ciencias de la Información ¿cómo está considerado el protocolo eclesiástico en nuestro país y en qué universidades, civiles y eclesiásticas, podemos decir que se encuentra en mayor desarrollo?

En el ámbito de los estudios eclesiásticos el protocolo eclesiástico como asignatura no hace ninguna falta. Cuando terminas los estudios tienes la formación suficiente para conducirte con decoro si quieres en estos aspectos.

En el ámbito civil existe ya algún grado de protocolo, creo, y sí que hay cursos de postgrado que tratan del protocolo en general. En este ámbito sería absurdo que no se estudiase el protocolo eclesiástico, como lo sería el que no se estudie el protocolo militar, diplomático...

 

¿Cuál es el destinatario en que primero ha pensado usted al escribir el libro: obispos y sacerdotes, periodistas y comunicadores de información religiosa, delegados diocesanos de medios de comunicación social, profesores de Religión Católica,...?

Personas que quieran dedicarse al protocolo, periodistas y gente que sin ser creyente tenga curiosidad por conocer algo de la Iglesia Católica.

 

Hay quien opina que el protocolo eclesiástico es demasiado riguroso y que está lleno de ritos y formalismos. También que es muy desconocido e inquebrantable. ¿Su razón de ser es el respeto, la dignidad, la idoneidad, la propiedad, la seguridad,...? ¿Se innova algo o ya está todo prácticamente escrito y regulado al respecto?

No sé si voy a responder a su pregunta con esta respuesta, pero lo que pienso es que el protocolo hace falta en todos los ámbitos porque los contenidos sólo no bastan. Las formas facilitan muchísimo la convivencia humana. En cualquier ámbito da mucha tranquilidad saber, entre otras cosas, qué lugar te corresponde ocupar, cómo comportarse, qué se debe decir o evitar decir, como vestir adecuadamente...

Los profesionales del protocolo impiden que por culpa del pecado original con el cual todos nacemos (que aunque lo borra el bautismo, sigue aflorando como tendencia en el ser humano a la vanidad, el orgullo, la prepotencia...) un acto social se convierta en una pelea de gallos. Esta no es una frase muy elaborada teológicamente pero muy gráfica y que sirve muy bien como titular.

 

Por último, Sr. Castelló, decirle que hay ocasiones (quizá más de las que pensamos ordinariamente) en las que se hace muy necesaria una explicación por parte de los especialistas de protocolo, pues de lo contrario se pueden cometer verdaderos errores de apreciación e interpretación. Le pongo dos casos para que nos dé su opinión de experto: a) el gesto en el que parecía que unos obispos alemanes no saludaban a S. S. Benedicto XVI, y que fue tomado por los menos avezados en estas lides protocolarias como un detalle de desprecio; y b) el abrazo que sor Verónica Berzosa dio al Papa que para algunos fue demasiado afectuoso.

El primer gesto lo desconozco.

Respecto al abrazo que yo vi en una foto, no sé el contexto en el que se dió y por qué motivo, pero sí me sorprendió. Personalmente, por tanto, no como regla para todos, a mí no se me ocurriría ante Benedicto XVI más que ver al Sucesor de San Pedro y, por tanto, comportarme con total reverencia; lo cual, a mí, me impediría dar ningún abrazo, sólo inclinar la cabeza, besarle el anillo pastoral y sentir agradecimiento a Dios por permitir que un pobre pecador como yo tuviese el privilegio (que lo he tenido) de postrarse ante el Siervo de los Siervos de Dios.

¡Muchas gracias, Sr. Castelló!