Vivimos una época de auge en muchas áreas de la Iglesia.

Por un lado, la práctica de los métodos de Primer Anuncio se multiplica por todas partes, algo que hace muchos años hubiera sido impensable.

Por otro, la oferta de cursos, retiros, encuentros y formaciones online empieza a no tener nada que envidiar a las suscripciones de Netflix y similares, pues cada fin de semana hay un estreno y la multiplicidad de opciones es tal que la gente empieza a experimentar una cierta fatiga por sobreoferta.

Dentro de este maremagno de actividades, también se están haciendo populares las propuestas dirigidas específicamente a los sacerdotes. Algunas son vivenciales y de conversión personal, como los retiros de Emaús para sacerdotes del año pasado y los seminarios de vida en el Espíritu exclusivos para presbíteros. Otras son formativas y prácticas, intentando responder a las necesidades pastorales de los sacerdotes y sus parroquias, como el curso Pastores Gregis Christi, dirigido a párrocos que busca realizar la conversión pastoral en sus comunidades.

Mi sueño sería que los mismos sacerdotes que están viendo renovada su identidad sacerdotal y de discípulos en las experiencias de evangelización que reciben, se atrevieran a asomarse a los cursos de renovación pastoral y ministerial que buscan capacitarlos de una manera nueva para su misión.

Sobre el papel, una renovación personal que no se traduzca en una renovación pastoral se queda muy corta si entendemos que la santificación del sacerdote se identifica con el desarrollo de su misión concreta en la parroquia o donde sea enviado.

De la misma manera, renovar lo pastoral y la parroquia, adquirir herramientas de gestión de equipos y procesos, aprender a liderar comunidades en corresponsabilidad, y todo lo que la renovación pastoral entraña, se quedaría profundamente cojo si no partiera de una conversión personal y una profundización en la identidad sacerdotal de aquellos que están llamados a pastorear nuestras comunidades.

Por eso, la combinación de conversión personal y conversión pastoral es dinamita pura cuando convergen en la persona de un sacerdote inquieto, dispuesto a encarnar y llevar a término la nada fácil misión que, como pastor, la Iglesia le pide en estos tiempos.

En el fondo, todo camino de renovación eclesial pasa por la reconstrucción de esas piedras vivas que constituyen la Iglesia. De ahí la virtud de tantos cursos y retiros de impacto que están atrayendo a sacerdotes de todas partes de nuestra geografía.

Pero no olvidemos que las piedras, para formar un conjunto hermoso y elevarse en forma de edificio, necesitan de otras piedras (laicales, comunitarias, religiosas y sacerdotales) y de una coherencia entre ellas que las unifique.

Eso es la conversión pastoral, entendida como mucho más que una acción o una praxis de una iglesia en salida. Se trata de experimentar la poderosa atracción de la comunidad, que cuando está unificada es testimonio para el mundo de la interacción fecunda de los carismas.

¿Quién no sueña con una parroquia que llegue a los alejados?

Una parroquia que desarrolle la misión de la Iglesia en su territorio, que rece con poder el “venga a nosotros tu Reino”, que sea hospital de campaña y consuelo para nosotros los pecadores, y sea esperanza para un mundo desesperadamente necesitado de la salvación de Cristo. Es una visión hermosa, que necesariamente conlleva mucho trabajo conjugado con mucha gracia de Dios.

La visión se resume en lo que formuló y propuso un cura muy amigo para su parroquia: que los de dentro salgan afuera, y los de afuera entren dentro.

Pero, ¿cómo se hace esto hoy en día?

Se puede y se debe aprender de la experiencia de tantos en nuestra Iglesia que están viviendo procesos de renovación parroquial. Hay claves que imitar en lo andado en otras comunidades, diócesis e incluso países. Tenemos el deber de buscar la manera de poner en práctica lo que el Magisterio lleva pidiendo a gritos desde hace décadas: “una conversión pastoral y misionera que no puede dejar las cosas como están” (Evangelii Gaudium 25).

Es por eso que ofrecemos Pastores Gregis Christi, cuya séptima edición comienza, Dios mediante, el 28 de este mes de octubre en Madrid, donde estará un grupo de sacerdotes de muchas diócesis que se han sentido invitados y llamados a hacer la experiencia.

Es una propuesta unificadora, donde lo pastoral, lo espiritual y lo humano se conjugan de una manera maravillosa para inspirar, animar y desafiar a los sacerdotes a la luz del Magisterio más reciente y con la guía del Espíritu Santo.

A todos los lectores los invito también a encomendarnos, participantes, equipo y colaboradores, para que el curso depare todo lo que Dios quiera y sea fructífero para todas las comunidades representadas. 

¡Contamos con vuestra oración!