La convivencia con otra persona es difícil.

Todos tenemos defectos con los que molestamos a los otros.

Esto hay que saberlo y aceptarlo.

Para la armonía matrimonial es indispensable perdonar estos defectos.

Nunca echárselos en cara a la otra persona, ni sentirnos especialmente heridos por ellos.

Es preferible pensar en las cualidades que tiene y la hacen digna de amor.

Sólo el amor supera este problema.

Podemos indicarle con calma y cariño las cosas que no nos gustan para que procure corregirse.

Pero la corrección depende de cada uno.

No se puede imponer.

Nosotrosdebemos amar a los otros como Dios nos ama a nosotros.

Dios conoce nuestros defectos, pero no por eso deja de amarnos.

JORGE LORING, S.I.
jorgeloring@gmail.com
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