Mucho se ha hablado, y se habla, de los sucesos de Madrid-Arenas. Muchísimos jóvenes habían allí aquella noche víspera de todos los santos, adulterada con el Halloween. Yo quiero aportar el comentario que me sugiera la muerte de Belén, y la impresionante reacción de su familia, en especial su hermano sacerdote.
Belén era una joven alegre, con una fe cristiana pegadiza. Aquella noche compartía un rato de fiesta con sus amigos, y con los miles de jóvenes que allí se habían dado cita. No todos los chicos/cas que acuden a un concierto de este tipo se pueden calificar de “macarras”, ni mucho menos. “Macarra” es un término despectivo que etiqueta al que no piensa con la cabeza, sino con los bajos instintos que le llevan a perder la dignidad en su modo de comportarse. Este tipo de personas, los que abusan del “botellón” y pierden el control, terminan por fastidiar el ambiente, y muchos de ellos, eludiendo las más básicas normas éticas y morales, arrasan con todo el que pillan por delante, porque van a lo suyo, caiga quien caiga. Y crean un estado de opinión que hace temblar a los padres y a la sociedad entera.
Cuando unos padres ven marcharse a altas horas de la noche a su hijo/a de fiesta, al menos se preguntan en sus adentro, ¿cómo vendrá? Piensan en lo malo porque no se fían del ambiente. Es muy fácil dejarse llevar. Hay bastantes descerebrados que como fieras van a por todas. El alcohol, el ruido y el sexo son buenos aliados para fundir una noche de orgía. Pero hay gente magnífica, que quiere vivir un ambiente festivo, con limpieza, sin romper sus principios. Algunos/as de esta categoría caen en el “campo de batalla” por la imprudencia de otros que solo conocen la fuerza bruta.
Es el caso de Belén. Ya se hizo eco nuestra página, pero quiero traer a mi Blog este pequeño homenaje que le ofrece un excelente amigo cantor. Bonita música y excelente letra para una joven que encontró la Vida con su muerte inesperada en una noche de fiesta. Entra en este enlace y disfruta de la música. Y acuérdate también de rezar un Padrenuestro por su alma. A los padres y hermano sacerdote de Belén, solo le puedo decir: gracias por este gran testimonio de fe que han dado en este Año de la Fe que acaba de comenzar.
Y encomendamos a Dios al resto de jóvenes que corrieron, desgraciadamente, la misma suerte. No dudo que Dios igualmente les habrá sonreido.
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Juan García Inza