La palabra "Adviento" surge con fuerza en la liturgia de la Iglesia a primeros de diciembre para preparar la "llegada" del Mesías y la celebración de la Navidad. Los primeros cristianos aguardaban una segunda venida inminente del Señor. Y como tardaba, muchos de ellos perdieron la tensión y se abandonaron espiritualmente. Por eso, "estar en vela y vigilantes" son palabras que resuenan en Adviento para recuperar una vida cristiana comprometida. El Señor nos invita a "levantar la cabeza porque se acerca nuestra liberación"; a abrir los ojos para descubrir, con mirada de compasión, la realidad que nos rodea; a abrir los oídos para escuchar los gemidos de quienes sufren; a abrir los ventanales de la esperanza para vivir de forma alternativa sin dejarnos llevar por las modas y costumbres que no están acordes con el evangelio. Vuelve el lenguaje apocalíptico en las lecturas de estos días, con tres fuertes mensajes de fondo. Primero, una convicción indestructible sostiene desde sus inicios la fe de los seguidores de Jesús: "Alentada por Dios, la historia humana se encamina hacia su liberación definitiva". Las contradicciones insoportables del ser humano y los horrores que se cometen en todas las épocas no han de destruir nuestra esperanza. Segundo: Este mundo que nos sostiene no es definitivo. Un día, la creación entera dará "signos" de que ha llegado a su final, para dar paso a una vida nueva y liberada que ninguno de nosotros puede imaginar ni comprender. Los evangelios recogen el recuerdo de una reflexión de Jesús sobre este final de los tiempos. Paradójicamente, su atención no se concentra en los "acontecimientos cósmicos" que se puedan producir en aquel momento. Su principal objetivo es proponer a sus seguidores un estilo de vivir con lucidez ante ese horizonte. El final de la historia no es el caos, la destrucción de la vida, la muerte total. Lentamente, en medio de luces y tinieblas, escuchando las llamadas de nuestro corazón o desoyendo lo mejor que hay en nosotros, vamos caminando hacia el misterio último de la realidad, que los creyentes llamamos "Dios". Tercero: No hemos de vivir atrapados por el miedo o la ansiedad. El "último día" no es un día de ira y de venganza, sino de liberación. Lucas resume el pensamiento de Jesús con estas palabras: "Levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación". Hace unos días, el Papa Francisco se preguntaba: "¿Cómo será mi fin? ¿Cómo me gustaría que el Señor me encontrara cuando me llame?". Y se contestaba: "El encuentro con Jesús será un día de alegría. Su venida será salvadora". Hoy comienza el Adviento, tiempo de espera y de esperanza. En Adviento nos preparamos para la llegada de Jesús Niño. Es una alegría cuidar cada detalle para recibir bien a quien amamos. Cada esfuerzo es un gozo. Adviento es la alegría de adornar la espera y afinar el corazón.