Quizás una de las cosas que hay que dejar clara es que NO es una religión. Esto es evidente si tenemos en cuenta que ni siquiera pretende serlo. Aquí chocamos con el escollo de lo heterogéneo del escenario en el que se mueve la New age. Es cierto que algunos grupos o sectas han bebido de esta fuente para formarse y pretenden ser una respuesta concreta y comunitaria, pero en general y de un modo muy marcado, lo que se pretende es apartarse de la religiones tradicionales (cristianismo, judaísmo, islamismo) y comenzar una nueva etapa en el que la humanidad asuma una espiritualidad, si es que puede llamarse así, saliéndose de los esquemas que durante siglos impusieron las religiones de masas.
Sin embargo la Nueva Era, no es tan “nueva” como pretende, pues en realidad está fundamentada en doctrinas muy antiguas unas y otras no tanto, pero que se desarrollaron antes del siglo XX. Lo que la caracteriza es precisamente el sincretismo. Hay de todo un poco, pero apartándose de la visión de lo divino de los dogmas de las grandes religiones. Es como una vuelta a lo que existía antes de que se impusiera en occidente el cristianismo, una vuelta a las creencias paganas, un neopaganismo. En lo moderno asume prácticas de sociedades sectarias e incluso imbuidas de secretismo, muy difundidas en el XVIII y XIX, como la francmasonería, las sociedades espiritistas, los alquimistas y otros practicantes de la magia y de ciencias ocultas. A pesar de la variedad, sería pueril pensar que no tiene un tronco común que une todas las ramas y las prácticas. Hay unos lugares comunes: las fuerzas ocultas (energías, magia), los poderes inmensos, según ellos, de la mente humana, la comunicación con seres espirituales (dioses, espíritus, ángeles, etc.), la influencia de la fuerzas de la naturaleza en nuestro destino personal y nuestra salud física (astrología, poderes de los metales, los colores), la aceptación de prácticas y creencias orientales (meditación trascendental, yoga, reencarnación).
Todo lo anterior le servirá a cualquiera que tenga ojos en la cara para identificar la presencia de la Nueva Era en nuestros ambientes. Simplemente observe los libros que están a la venta, las creencias y prácticas de mucha gente a nuestro alrededor, más aun entre la gente culta, los programas de televisión sobre estos temas. Pondré un ejemplo muy claro a mi entender. Hace unas décadas, a pesar de la presencia continua de la superstición, Harry Potter sería una película más de ciencia ficción, las brujas y las hadas eran personajes de cuento y la gente entraba por curiosidad a reírse de lo que la pitonisa de circo veía en la bola de cristal. Hoy las brujas hablan por televisión, muchos creen en duendes y otros seres mitológicos, catedráticos y doctores están llenos de practicas espirituales orientales y multitudes buscan la salud en medicinas alternativas muy poco científicas.
Lo que sí quisiera subrayar al máximo es que todo esto exige una visión de Dios, del hombre y del mundo totalmente distinta, que lo que se está cociendo es una bomba ideológica de tamaño colosal. Nos quieren decir que durante siglos estábamos equivocados; Dios ya no es Padre, ni siquiera es persona, sino fuerza cósmica; el hombre es parte de ese “todo” divino; el mundo está regido por misteriosas fuerzas que una vez conocidas convertirán al hombre en dios. Digámoslo con toda crudeza. Ya no existe Dios, existen dioses, seres espirituales, fuerzas, poderes. ¿Volverá el hombre a someterse a los dioses del Olimpo, pero vestidos con vaqueros, o sea a lo moderno? ¿Acogeremos con los brazos abiertos una nueva mitología irracional, semejante a la que aborrecieron los grandes sabios griegos como Sócrates, Platón y Aristóteles? ¿Dejaremos que conviertan a Cristo en un chamán más de su corte de mediums, astrólogos, brujas o mentalistas? Nos estamos jugando el ser o no ser, por lo menos en lo que se refiere a una auténtica espiritualidad.