No puedo estar más de acuerdo con las palabras escritas por el periodista, político y diplomático Manuel Aznar, abuelo del ex presidente del gobierno José María Aznar, tan sólo cuatro meses antes de su muerte. Palabras recogidas en un artículo suyo publicado en La Vanguardia, el 6 de julio de 1975, a propósito del fundador del Opus Dei, Josemaría Escrivá de Balaguer, fallecido el 26 de junio anterior:
“Fue siempre, y aún es, un gran desconocido… Los suyos le conocieron; pero no todos. Hay discípulos que, sencillamente, le adivinaron”.
Me atrevería a decir incluso que San Josemaría Escrivá de Balaguer sigue siendo hoy tanto o más desconocido que entonces. La imagen que el común de los mortales tiene de este gran santo de la Iglesia a la que él amó con toda el alma por ser de Jesucristo, aun sintiéndose incomprendido por alguno de sus jerarcas en momentos muy duros de su vida, es la de una persona distante, orgullosa, antipática y amante incluso del lujo y las comodidades. Justo lo que nunca fue. “¿El Opus? Esos están forrados; sólo les importa la política y la pasta”, me comentaba recientemente un conocido abogado.
El propio Juan Pablo II combatía esa visión distorsionada al día siguiente de canonizarle, durante la Misa de acción de gracias celebrada en la Plaza de San Pedro de Roma, proclamando alto y claro: “Escrivá de Balaguer fue un santo de gran humanidad”.
Es muy probable que la tergiversación de su colosal figura se deba en gran parte, como señalaba también Juan Pablo II en la homilía de su canonización, a las “incomprensiones y dificultades para quien intenta servir con fidelidad a la causa del Evangelio”, teniendo en cuenta que “el Señor purifica y modela con la fuerza misteriosa de la Cruz a cuantos llama a seguirlo”.
Pero tal vez debamos reflexionar, empezando por quien esto escribe, sobre si lo que mantenía don Manuel Aznar, hace ya treinta y siete años, es consecuencia también de la falta de celo apostólico y de los “respetos humanos”, como los llamaba el propio San Josemaría, hacia su figura. Combatir la ignorancia, haciendo que salga a relucir la verdad, es un deber de justicia en este caso, y siempre.
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Espero que le guste. Gracias.